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«Dios no juega a los dados» es la famosa frase con la que Ein-
       stein reaccionó ante la interpretación de la mecánica cuántica
       propuesta desde Copenhague, especialmente desde que en 1927
       Bohr impusiera un carácter probabilístico a la nueva física. No se
       trataba de un argumento teológico ( el de Einstein) frente a uno
       supuestamente matemático (el de Bohr), sino del choque de dos
       concepciones filosóficas opuestas.
           La primera ocasión en la que Einstein y Bohr coincidieron
       fue un mes después del Congreso de Como, cuando el quinto Con-
       greso Solvay congregó a una treintena de físicos en Brnselas. En la
       capital belga se reunieron todos los grandes físicos del momento,
       la mayoría de los cuales ya tenía o acabaría recibiendo el premio
       Nobel. El formato de los congresos Solvay estaba pensado para
       fomentar las discusiones informales y el intercambio de ideas sin
       las restricciones de tiempo propias de otros encuentros. De alú el
       número reducido de invitados, su internacionalidad y el hecho de
       que todos se alojaran en el mismo lugar, el lujoso Hotel Metropole,
       en el centro de Brnselas.
           De este modo, Einstein se presentaba a la hora del desayuno
       con un ejemplo o con un experimento mental para demostrarle a
       Bohr la invalidez de su interpretación, la invalidez del principio de
       complementariedad. Muchas veces Bohr tardaba en reaccionar y
       en encontrar una contrarréplica evidente al problema planteado.






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