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por su trabajo con los neutrones, y debía por tanto acudir a Es-
tocolmo. Las autoridades italianas, que siguiendo a las alemanas
acababan de promulgar ese mismo año las primeras leyes anti-
semitas -lo que afectaba a Laura Fermi-, no podían negarse a
que Fermi acudiera a la ceremonia de concesión del premio, pero
impusieron una vigilancia muy estricta sobre la pareja. Para evitar
sospechas, los Fermi partieron hacia Suecia con lo que parecía
ser el escaso equipaje propio de un corto viaje de ida y vuelta.
Pero tras la ceremonia, ambos se dirigieron a Copenhague y Bohr
TRAS EL TELÓN DE ACERO
Junto a la persecución nazi de los
judíos y los disidentes políticos,
Alemania no fue el único lugar don-
de muchos científicos se sentían
amenazados en la década de 1930.
En la misma época, Stalin también
empezó a llevar a cabo purgas y
a limitar la movilidad de los inves-
tigadores soviéticos. Una de las
primeras huidas fue la de George
Gamow. En 1933 había regresado
a la Unión Soviética, pero las auto-
ridades no querían permitir su viaje
a Bruselas para asistir al Congreso Piotr Kapitsa (a la izquierda), junto a Nikolái
Solvay que se celebraba en octubre semiónov, premio Nobel de Química en 1956,
de ese año. La intervención de Bohr en un óleo pintado en 1921 por Boris Kustódiev.
fue decisiva, ya que dio su palabra
de honor a las autoridades soviéticas de que él mismo se encargaría de que
Gamow volviera a Rusia. Pero, para decepción del propio Bohr, no fue así,
y tras el congreso, Gamow se marchó a Estados Unidos, donde pidió exilio
político. Quizá por eso el caso de Piotr Kapitsa (1894-1984) fue distinto. Tras
diez años de trabajo en Gran Bretaña, e incluso de su nombramiento como
director del nuevo laboratorio de física a bajas temperaturas que Rutherford
había construido para él en el Cavendish, Kapitsa fue obligado a permanecer
en la Unión Soviética y a no regresar a Cambridge tras sus vacaciones de ve-
rano en 1934. La intermediación de físicos amigos de tendencias filo-marxistas,
como Paul Dirac, fue inútil y a Kapitsa nunca se le permitió abandonar el país.
140 EL MUNDO EN GUERRA