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sitores de los nazis. En este momento, Alemania tomó el control
total de Dinamarca y la situación cambió para peor. Si hasta en-
tonces las leyes raciales contra los judíos no habían supuesto un
peligro inminente, a partir de ese momento nadie estaba a salvo.
Ni siquiera Bohr y Margrethe, que tenían ancestros judíos. Los dos
pudieron huir de Dinamarca el 29 de septiembre de 1943. Hasta
ese día Bohr pudo seguir trabajando en su instituto. Parte de sus
investigaciones se centraban en la recién descubierta fisión nu-
clear y en la posibilidad de desarrollar aplicaciones prácticas de
dicha fuente de energía, lo cual, al principio, no era del todo obvio.
En octubre de 1941 los alemanes organizaron un congreso de
astrofísica en Copenhague al que asistieron varios físicos, entre
ellos Heisenberg. Bohr fue invitado, pero declinó participar en el
evento. Aun así, hubo un reencuentro de los dos viejos amigos y
colaboradores, aunque bajo una gran tensión. Bohr era víctima
de una invasión de Dinamarca y Heisenberg era un alemán que no
había rechazado pública y explícitamente el régimen de Hitler. La
vieja amistad estaba, ·en este momento, velada por las circunstan-
cias extremas de la guerra.
Conscientes de que su conversación podía ser espiada por
cualquiera de los bandos en lucha, Bohr y Heisenberg decidieron
dar un paseo por los jardines de la residencia Carlsberg. Qué suce-
dió en los pocos minutos que duró esa conversación no está claro,
y la ficción ha usado el episodio para todo tipo de especulaciones.
Lo que sí se sabe es que Bohr volvió enfadado del breve encuentro
y que las relaciones entre ambos científicos sufrieron un deterioro
que duró varios años, que se mantuvo incluso después del final de
la guerra.
Las especulaciones sobre ese encuentro se centran en si ambos
físicos trataron directamente sobre la producción de una bomba
atómica y, de ser este el tema, qué sabía cada uno de ellos acerca
de su viabilidad técnica. Lo más probable es que en el ambiente
enrarecido de aquel momento, y fruto de la desconfianza mutua, la
conversación se llenara de frases a medias y de muchos malenten-
didos. De hecho, uno de los temas que flotaba en el ambiente era
el de la responsabilidad moral de los científicos en lo que respecta
a su colaboración con las necesidades militares de su propio país.
142 EL MUNDO EN GUERRA