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El efecto
           FIG. l                                                      fotoeléctrico
                                                                       consiste en la
                                                                       emisión de
                                                                       electrones desde
                                                                       la  superficie de
                                                                       un metal al incidir
                                                                       sobre ella luz
                                                                       de una cierta
                                                                       frecuencia.
                                                                       El enigma era por
                                                                       qué existía esa
                                                                       frecuencia umbral.
                                                                       Einstein dio con
                                                                       la explicación.







             Poco a poco empezaba a ver la luz lo que se encontraba es-
         condido entre los pliegues de la materia. En 1904 J.J. Thomson
         había propuesto un modelo de átomo donde los electrones se
         encontraban repartidos por el interior de una esfera, como las
         pasas en un pudín. Pero los experimentos de 1909 del neozelan-
         dés Ernest Rutherford dieron al traste con este modelo. Ruther-
         ford,  junto a  Hans  Geiger y  Ernest Marsden,  habían lanzado
         partículas alfa (un tipo de radiactividad donde se emite un nú-
         cleo de helio, dos protones y dos neutrones) contra una fina lá-
         mina de oro y,  contra todo pronóstico, solo una de cada 8 000
         partículas era desviada, algunas veces más de 90 grados. La sor-
         presa de Rutherford fue absoluta: estaba disparando cañonazos
         contra una hoja de papel ¡y algunas balas rebotaban!  Según el
         modelo de átomo de Thomson, eso no podía pasar. La única ma-
         nera de interpretar estos resultados era postulando un modelo
         atómico distinto, similar a un sistema solar en miniatura: un nú-
         cleo muy pequeño que contenía prácticamente la totalidad de la
         masa del átomo y cargado positivamente, y los electrones dando
         vueltas a su alrededor. Ahora bien, según las inevitables leyes
         del electromagnetismo, los electrones tenían que perder energía
         y acabar cayendo sobre el núcleo. Si el modelo de Rutherford
         (figura 2,  página siguiente)  era correcto, la materia no podía
         existir. Sin embargo, ahí estaba.





                                                 UN NUEVO MUNDO CUÁNTICO     23
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