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LA CONJETURA DE FERMAT

              El  nombre de  Pierre de  Fermat (1601-
              1665) está asociado a una de las afirma-
              ciones más controvertidas de las mate-
              máticas.  En  1637 garrapateó una breve
              nota en los márgenes de su  ejemplar de
              la  Arithmetica del famoso  matemático
              griego Diofanto de Alejandría (ca. 214-ca.
              298). Decía que había encontrado la  de-
              mostración a un peculiar enigma matemá-
              tico: no existen tres números enteros que
              cumplan  la  ecuación x"+y" =z", paran
              mayor que 2.  Es  muy probable que esta
              afirmación de Fermat fuera  un farol, no
              solo porque se  ha  tardado 350 años en
              demostrar (luego no es algo evidente),
              sino porque esa «demostración realmen-
              te admirable» que dijo que era imposible
              de escribir en el escaso margen de un libro en realidad ocupa 109 páginas en el
              número 141 de la  revista Annals of Mathematics, donde apareció en 1995.






           -Realmente se trata de algo misterioso, pero no menos miste-
        rioso que  el modo  en que a alguien se le pudo  ocurrir que  esa
        cantidad totalmente contraintuitiva (las energías de los objetos se
        suman, no se restan) se podía aplicar al movimiento de los objetos
        cotidianos. Esa persona fue el francés J oseph-Louis Lagrange, que
        entre 1772 y 1788 reformuló la mecárúca newtoniana, simplificán-
        dola.  De hecho, demostró que usando el concepto de acción se
        podían obtener las leyes que formuló Isaac Newton en su gran
        obra, Principia Mathematica. Mejor aún,  el uso del lagrangiano
        (la diferencia entre la energía cinética y la potencial) permite re-
        solver problemas que con el enfoque de Newton son intratables.
            A pesar de que al adolescente Feynman el principio de mí-
        nima acción le pareciera un concepto fascinante, al universita-
        rio le parecía algo horroroso. Su amigo Ted Welton diría tiempo
        después:






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