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llegó al MIT con la intención de estudiarlas. A mediados del pri-
mer curso entró en el despacho del director del departamento de
Matemáticas y le hizo la pregunta clásica: «¿Para qué sirven las
matemáticas?». Y obtuvo la respuesta clásica: «Si tienes que pre-
guntarlo, es que te has equivocado de carrera». Aun así, el direc-
tor le informó de que una posible salida fuera de la enseñanza era
la de actuario en las compañías de seguros. La idea de convertirse
en un oficinista no sedujo nada a Feynman y decidió apuntarse a
ingeniería eléctrica. Pero tampoco le hizo gracia: la encontró de-
masiado práctica, así que terminó estudiando física.
En el MIT sabían perfectamente qué querían hacer con los
departamentos de ciencias. George Eastman, el inventor del rollo
fotográfico, había financiado los nuevos laboratorios de física y
química, y entre los principales objetivos de investigación estaba
el uso de la radiación electromagnética en todo el rango del es-
pectro para extraer los secretos encerrados en el interior de la
materia: la época de la espectroscopia a gran escala había empe-
zado. Como complemento a este programa experimental, Stratton
y Morse impartían una «Introducción a la Física Teórica» des-
tinada a estudiantes graduados utilizando un texto del propio
Slater. Su intención era colocar bajo un mismo paraguas lo que
los alumnos habían estudiado en compartimentos estancos du-
rante la carrera, como el electromagnetismo, la termodinámica,
la óptica ... pero con un único fin: enseñar la moderna teoría ató-
mica, base de la espectroscopia. Entre los pocos que asistían se
encontraban dos estudiantes primerizos: Feynman y un joven de
Saratoga Springs -una ciudad en el centro del estado de Nueva
York- , Theodore A. Welton. No tardaron en hacerse amigos:
Welton decía que lo sabía todo sobre la relatividad general de
Einstein; Feynman, que había aprendido mecánica cuántica por
un libro de un tal Dirac. Los asistentes al curso no tardaron en
reconocer que se encontraban ante dos alumnos excepcionales.
Fue en ese curso de Introducción a la Física Teórica donde Feyn-
man iba a encontrarse con un pequeño artificio computacional
que sería clave en su forma de hacer física. Lo curioso fue que, al
contrario que al resto de sus compañeros, la primera vez que lo
vio no le gustó ni un pelo.
34 UN NUEVO MUNDO CUÁNTICO