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que va a leer su libro Misterium cosmographicum «con tanta
atención como la que le he dedicado a la teoría de Copérnico
desde hace años». Y prosigue:
He descubierto, a partir de esta hipótesis [ copemicana], la causa de
muchos efectos naturales que son seguramente inexplicables me-
diante la hipótesis común; he articulado muchas demostraciones y
preparado la refutación de muchos argumentos contrarios, pero has-
ta el presente no me he atrevido a publicar nada de ello.
El telescopio revertiría radicalmente esta actitud.
ESTANCIA EN PADUA
Como confesaría posteriormente, su estancia en Padua, ciudad en
la que vivió durante unos veinte años, fue la más feliz de su vida.
Consiguió la cátedra de Matemáticas en 1592 gracias a la inter-
mediación de Paolo Sarpi (1552-1623), sacerdote y gran amigo de
Galileo, que logró que el senado veneciano lo contratara como
profesor.
Galileo se introdujo en el círculo de amistades de Gian Vin-
cenzo Pinelli (1535-1601), humanista que poseía una de las biblio-
tecas más nutridas de la época y que era capaz de atraer a
intelectuales de la talla de Giordano Bruno. También conoció
a quien sería uno de sus mejores amigos, el noble veneciano Gio-
vanni Francesco Sagredo (1571-1620), joven alegre que Galileo
inmortalizaría como uno de los interlocutores de los diálogos que
escribiría posteriormente. Sagredo pertenecía a la nobleza y era
conocido por las fiestas que organizaba en su palacio. Durante
este período, Galileo trabajó resolviendo problemas de temática
militar, relacionados, por ejemplo, con la arquitectura o la balís-
tica. Solo un incidente vino a turbar la alegre estancia en la ciu-
dad: la muerte de Giordano Bruno, ocurrida en 1600.
Durante una noche de diversión en Venecia, Galileo conoció
a Marina Gamba (1570-¿1612?), una joven de veintiún años ( ca-
torce menos que él), analfabeta y probablemente prostituta. Aca-
EL TELESCOPIO Y LA REVOLUCIÓN ASTRONÓMICA 71