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como se sabe bien en la actualidad, porque la atmósfera magni-
                     fica dicho tamaño, mientras que al mirar por el telescopio tal fe-
                     nómeno desaparece.
                         A la vez que reduce su tamaño relativo, el telescopio también
                     multiplica el número de estrellas, si bien, al contrario de lo que
                     ocurre con los planetas, no se ven aumentadas ni se aprecian los
                     detalles. En Orión pudo observar centenares de estrellas que no
                     podían verse a simple vista. Lo que para Ptolomeo tomaba la apa-
                     riencia de nebulosas,  Galileo  pudo . apreciar que se trataba de
                     miles de estrellas juntas.
                         Sería obvio pensar que la cantidad de estrellas observables
                     con el telescopio y la inmensidad del universo conducirían a Gali-
                     leo a conclusiones semejantes a las de Bruno. ¿Se encontraban
                     todas las estrellas a la misma distancia? ¿O bien se hallaban des-
                     parramadas por la inmensidad del cielo? Una de las objeciones
                     astronómicas al movimiento terrestre era la ausencia de efectos
                     visibles en la observación de las estrellas, es decir, no se apre-
                     ciaba paralaje. Se trataba de una razón contundente contra el mo-
                     vimiento de la Tierra, pero que podía superarse demostrando que
                     las estrellas se encontraban lo suficientemente lejos como para
                     que  tal efecto no fuera observable.  Sin embargo, ya sea por el
                     dramático desenlace del caso de Bruno o por cualquier otra razón,
                     Galileo se mostró cauto respecto a las especulaciones sobre la
                     infinitud del universo.



                     LOS SATÉLITES DE JÚPITER

                     Uno de los principales descubrimientos de Galileo fueron los sa-
                     télites de Júpiter. Relata su descubrimiento en el Sidereus nun-
                     cius, una de las obras que publicó con gran celeridad para dar a
                     conocer sus descubrimientos antes que nadie. Según explica, en
                     enero de 1610 enfocó un telescopio nuevo hacia Júpiter, y se fijó
                     que estaba flanqueado por tres estrellas. Durante los siguientes
                     días pudo comprobar con sorpresa que dichas estrellas se mo-
                     vían, y muy pronto pudo observar una cuarta estrella, que luego
                     aparecían y desaparecían intermitentemente. Su número y posi-





          76         EL TELESCOPIO Y LA REVOLUCIÓN ASTRONÓMICA
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