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ción variaba, pero siempre se barajaban en cuatro. ¿Cómo inter-
                    pretar dichas observaciones? Se trataba de un trabajo detectivesco
                    y es posible que Galileo reprodujera razonamientos semejantes a
                    Sherlock Holmes:  « Una vez  descartado  lo  imposible,  lo  que
                    queda, por improbable que parezca, ha de ser la solución». Y lo
                    probable es que tales astros fueran satélites de Júpiter, como así
                    se demostró tras infinidad de observaciones.
                        Las pequeñas estrellas observadas por Galileo (la denomi-
                    nación de satélite la daría Kepler con posterioridad) constituían
                    un descubrimiento asombroso. Era la primera vez que se obser-
                    vaban satélites en un planeta que no fuera la Tierra, y esto daba
                    un espaldarazo al heliocentrismo. Los geocentristas siempre se-
                    ñalaban, con razón, la anomalía que suponía que el único astro
                    que giraba alrededor de la Tierra fuera la Luna. Al  demostrar
                    que otros planetas estaban igual de acompañados, se desacti-
                    vaba la crítica, y el modelo heliocéntrico podía aplicarse sin
                    incoherencias.
                        Galileo bautizó los satélites con el nombre de mediceos (por
                    la familia Médici, a la que Galileo quería rendir tributo). Su aspira-
                    ción era lograr que los Médici lo acogieran bajo su protección, y
                    así incrementar aún más su salario.



                    LA LONGITUD

                    Galileo estaba siempre interesado en hallar una utilidad a sus des-
                    cubrimientos, y pensó que los satélites de Júpiter podían contribuir
                    a .resolver uno de los grandes problemas que habían tenido los
                    marinos y comerciantes: establecer la longitud ge_ográfica. La lon-
                    gitud se había convertido en un problema de Estado. Los barcos
                    extraviados durante las largas travesías, con no pocas pérdidas
                    humanas y materiales, convertían la determinación correcta de la
                    longitud en un asunto angustioso y vital. Por esa razón, el rey de
                    España Felipe III ofreció una suculenta recompensa a quien resol-
                    viera el problema de la longitud.
                        Galileo se animó a  convertir los satélites de Júpiter en las
                    manecillas de un reloj capaz de señalar la longitud en medio de los






         78         EL TELESCOPIO Y LA REVOLUCIÓN ASTRONÓMICA
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