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descubrimientos, jamás vistos hasta entonces, y que contribuye-
                    ron a que la Tierra recibiera la consideración de planeta semejante
                    a  los demás.  Galileo logró  disponer de un telescopio de hasta
                    treinta aumentos.



                    LA LUNA

                    El honor de divisar por primera vez la Luna con un telescopio
                    corresponde al astrónomo inglés Thomas Harriot (1560-1621),
                    quien en 1609 ya hizo numerosas observaciones que plasmó en
                    dibujos, tal como lo haría Galileo meses más tarde. Entre astróno-
                    mos nació una creciente competencia, lo que  explica todas las
                    artimañas de las que se sirvió Galileo para dar publicidad a sus
                    descubrimientos antes que nadie.
                        El estudio de la Luna que hizo Galileo fue sistemático, y abarcó
                    todas sus fases. Uno de los primeros aspectos que más le llamaron
                    la atención fue que la superficie, con montañas y valles, era seme-
                    jante a la Tierra, y no esa esfera pulida imaginada por los aristoté-
                    licos. Eso significaba que muy posiblemente estuviera hecha de un
                    material semejante a los existentes en la superficie terrestre ( en
                    todo caso, nada parecido a una quintaesencia incorruptible).
                        En los dibujos que Galileo hizo con gran detalle de la superficie
                    lunar se observan, en las zonas de sombra, algunos puntos brillan-
                    tes. Galileo los interpretaba como montañas cuya cima terúan que
                    alcanzar antes los rayos del Sol. Incluso llegó a elucubrar sobre la
                    altura de dichas montañas (hoy se sabe que las montañas de la Luna
                    tienen alturas semejantes a las de la Tierra). La evidencia de mon-
                    tañas también se reflejaba en las irregularidades del terminador (la
                    línea que separa la zona iluminada de la región oscura lunar).
                        Otro de los problemas respecto a la Luna sobre los que re-
                    flexionó Galileo se refiere a su luz secundaria. En fase creciente,
                    hay una zona que brilla porque recibe directamente los rayos del
                    Sol,  mientras que el resto tiene un ligero resplandor, gracias al
                    cual se aprecia perfectamente su contorno. Galileo descartó posi-
                    bles hipótesis, por ejemplo, que dicha luz procedía de la propia
                    Luna o bien de las estrellas, y posteriormente defendió la teoría





         74         EL TELESCOPIO Y LA REVOLUCIÓN ASTRONÓMICA
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