Page 80 - 10 Galileo
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océanos. Estos satélites sufren un millar de eclipses anuales, lo
                     que significa que como mínimo se divisa uno cada noche del año
                      (la media es de tres). Creando tablas desde un punto de referencia
                     con el momento exacto en el que tenían que ocurrir los eclipses,
                     los marineros podían restar dicho valor a la hora donde se encon-
                     traran, y así deducir la longitud.
                         El siguiente problema a resolver era de tipo técnico: ¿Cómo
                     asegurarse que los marineros observaran correctamente los eclip-
                     ses lunares? Galileo inventó para ello el celatone, un casco al que
                     iba atado un telescopio y que tenía la función de garantizar esta-
                     bilidad durante la observación. Sin embargo, el intento fue un fra-
                     caso. Los simples latidos del corazón desestabilizan lo suficiente
                     como para perder el enfoque de las lunas, de modo que con un
                     poco de oleaje no había marinero capaz de enfocar correctamente
                     y deducir así la longitud. Galileo se esforzó en vender su invento
                     e incluso hizo  demostraciones prácticas en las que uno de sus
                     ayudantes zarpó con un barco, pero no convenció a nadie de su
                     utilidad.



                     VENUS, SATURNO ...  ¿ Y URANO?

                     El descubrimiento de las f3$eS de Venus (1610) tuvo también una
                     gran importancia en el debate sobre el sistema del mundo. Se trata
                     de fases semejantes a las de la Luna, en las que se puede distinguir
                     una fase creciente, plena, menguante y llena. Tales fases solo po-
                     dían interpretarse como que había momentos en los que Venus
                     quedaba detrás del Sol en relación con la Tierra y,  por tanto, re-
                     sultaba invisible, mientras que en otros quedaba delante del Sol y,
                     en función del ángulo con la Tierra, podía verse iluminado de ma-
                     nera distinta.
                         Galileo también logró observar Saturno y las extrañas anoma-
                     lías que presentaba, que no supo interpretar como los anillos del
                     planeta. Para Galileo eran unas manchas, en forma de asas, que lo
                     acompañaban y que de repente desaparecían. En un principio Ga-
                     lileo pensó que podía tratarse de satélites, pero acabó rechazando
                     la idea. La poca potencia de su telescopio le impidió observar los






          80         EL TELESCOPIO Y LA REVOLUCIÓN ASTRONÓMICA
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