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guiente mes de febrero, pronto las dio a conocer al mundo con su
            Sidereus nuncius, que hizo imprimir en Venecia a comienzos del
            mes de marzo.

           La recepción del libro fue  espectacular, y por ese motivo
        está considerado corno la obra más influyente del siglo XVII.  Fue
        también motivo de polémicas y disputas. Ilustres humanistas y
        matemáticos negaron en un principio la veracidad de sus descu-
        brimientos, aunque otros, corno el jesuita Christopher Clavius,
        finalmente acabaron por reconocer la fortaleza de las pruebas
        presentadas.
           El profesor de astronomía Francesco Sizzi trató de desacre-
        ditar los descubrimientos de Galileo recurriendo a razonamientos
        circulares corno el siguiente: «Las lunas de Júpiter son invisibles
        a simple vista y,  por tanto, no pueden tener influencia sobre la
        Tierra y, por tanto, serian absolutamente inútiles y, por tanto, no
        existen». Hubo otros profesores, corno su amigo Cesare Crerno-
        nini  (1550-1631),  que  simplemente rechazaron la invitación de
        mirar por el telescopio. Estaban cómodos con el mundo tal corno
        se lo imaginaban y n~ querian que nada turbara esa visión. Fue un
        libro que no dejó indiferente a nadie.
           A pesar de los honores que la República de Venecia le había
        concedido,  Galileo  no tuvo ninguna duda en dedicar el libro a
        Cosrne II de Médici, el gran duque de Toscana, y también en bau-
        tizar los satélites corno mediceos. Queria ganarse los favores y el
        reconocimiento del principe, pues tenía claro que queria regresar
        a Florencia. Previamente le había regalado su mejor telescopio y
       se ofreció a enseñarle su manejo y mostrarle los satélites de Júpi-
        ter con su ayuda. Tras algunas negociaciones,  Galileo logró uno
        de los mejores contratos que nadie de la época podía llegar a as-
       pirar. En julio de 1610 abandonaba Padua para convertirse en el
       filósofo y matemático del gran duque de Toscana. En su regreso a
        Florencia, se llevó consigo a sus dos hijas, y dejó atrás a su hijo
       Vincenzo junto a su madre Marina.










                                   EL TELESCOPIO Y LA REVOLUCIÓN ASTRONÓMICA   85
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