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de que ya se habían percibido manchas en el Sol siglos atrás, e in-
cluso se considera que el astrónomo Thomas Harriot (1560-1621)
pudo haber sido el primero en observarlas usando un telescopio.
Estas observaciones generaron algunas controversias intere-
santes. Hubo intérpretes que consideraban que las manchas po-
dían ser cuerpos situados entre el Sol y la Tierra, y las manchas
serían entonces sombras proyectadas. Con el apodo de Apelles,
Christoph Scheiner (1573-1650) publicó unas cartas con esta inter-
pretación. Cuando llegaron a sus manos, Galileo quiso responder
a su vez con otro conjunto de cartas que publicó con el título de
Historia y demostraciones en torno a las manchas solares
(1613), en las que demostraba geométricamente que estas man-
chas tenían que encontrarse en la misma superficie solar. Por la
progresión de las manchas llegó a pronosticar que el Sol giraba
sobre sí mismo mensualmente.
En el fondo del asunto se encontraban los intentos de los par-
tidarios del aristotelismo de salvaguardar la pureza e incorrupti-
bilidad del astro solar, una concepción que era iñcapaz de asumir
que hubiera manchas. Era una observación más que ponía de ma-
nifiesto la insostenibilidad de las ideas aristotélicas.
«SIDEREUS NUNCIUS»
Un capítulo aparte merece el Sidereus nuncius, obra que podría
traducirse como Mensajero (oMensaje)sideral, publicada en 1610.
Galileo pronto se dio cuenta de la importancia de sus observacio-
nes y de la necesidad de darlas a conocer, así como la de atribuirse
la prioridad en los descubrimientos. Cualquier astrónomo con un
telescopio podía adelantársele, por lo que creyó que era urgente
preparar un librito breve en latín con tales descubrimientos. Ade-
más de descripciones, añadió dibujos muy detallados de la Luna y
de Júpiter y sus satélites, así como de algunas de las estrellas obser-
vadas. Tal como explicó su biógrafo Vincenzo Viviani (1622-1703):
Todos estos descubrimientos los hizo en el mes de enero del año
1610 y, tras proseguir sus observaciones a lo largo de todo el si-
84 EL TELESCOPIO Y LA REVOLUCIÓN ASTRONÓMICA