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pudo nuevamente oponerse a los aristotélicos que hacían referen-
        cia a fenómenos sublunares. Las mediciones de Brahe le condu-
        jeron a  otra conclusión:  su órbita se encontraba más allá de
        Venus y además tenía que atravesar las supuestas esferas crista-
        linas que contenían a los planetas. La precisión en las mediciones
        se aliaba para contribuir al derrumbe de un edificio que se empe-
        zaba a sostener exclusivamente por la fe,  ya que los hechos lo
        contradecían.



        KEPLER: «DIOS SIEMPRE GEOMETRIZA»

        Nacido  en  tierras  protestantes,  Johannes  Kepler  (1571-1630)
        aprendió el modelo copernicano en Tubinga como una concep-
        ción meramente instrumental y artificial. Sin embargo, desde el
        primer momento intuyó que tenía que ser verdadero. Kepler era
        un platónico convencido de que tras la confusión y el caos de la
        realidad tenía que existir un orden. Esto significaba que si el sis-
        tema copernicano era cierto, tenía que ocultar multitud de regula-
        ridades y simetrías.  Por ejemplo,  el número de planetas, seis,
        incluida la Tierra, tenía que obedecer a una razón que sería po-
        sible desvelar. Kepler creyó encontrarla: hay seis planetas (Mer-
        curio,  Venus,  Tierra,  Marte,  Júpiter y  Saturno),  de modo  que
        existen  cinco  espacios  interplanetarios.  Y precisamente  solo
        puede haber cinco poliedros regulares: tetraedro, cubo, icosae-
        dro, octaedro y dodecaedro. Según esto, la órbita de cada planeta
        y la esfera de la que formaría parte se encontraría circunscrita en
        un sólido regular e inscrita en otro.  Y todo el cor\junto estaría
        encerrado en una esfera. Esta regularidad era la prueba racional
        de que la Tierra era un planeta más. Kepler no pensaba que tales
        formas existieran en la realidad, sino que los espacios interplane-
        tarios se atendrían a las relaciones determinadas por dichos sóli-
        dos.  Aparentemente,  los  datos  cuadraban.  Sin  embargo,  la
        correspondencia no era perfecta, y esta desviación le llevó a revi-
        sar todos los datos recogidos hasta entonces.
           La necesidad de contar con datos fiables y con el mínimo mar-
        gen de error posible le condujo a contactar con Brahe, quien lo






                                   EL TELESCOPIO Y LA REVOLUCIÓN ASTRONÓMICA   67
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