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Podemos entender una demostración como un razonamiento
                      que engloba, en una sola argumentación, una cantidad potencial-
                      mente infinita de casos particulares. Todos los problemas mate-
                      máticos  «difíciles»  involucran  a  una cantidad potencialmente
                      infinita de objetos, ya sean números, ecuaciones u otros. Por ese
                      motivo,  «calcular la suma de todos los números entre uno y un
                      millón», aunque largo y trabajoso, no es «difícil» en el sentido que
                      le dan a esa palabra los matemático~, ya que el cálculo implica a
                      una cantidad bien definida de números y dicha operación puede
                      completarse en un lapso de tiempo que empieza y termina, sin
                      extenderse indefinidamente.
                          Resolver el problema que plantea la conjetura de Goldbach
                      (o, en realidad, el que plantea cualquier otra conjetura) consiste
                      en encontrar un contraejemplo que la refute, o una demostración
                      que la pruebe.
                          Ahora bien, si alguien propone un razonamiento que supues-
                      tamente demuestra una conjetura, ¿cómo podemos estar seguros
                      de que ese razonamiento es correcto? Si surge una controversia,
                      es decir, si alguien no está convencido de que el razonamiento es
                      válido, ¿cuáles son los criterios que permiten zanjar la duda acerca
                      de la validez de la demostración? Antes de contestar a estas pre-
                      guntas, veamos otro ejemplo histórico.
                          En 1909,  el matemático francés Émile Borel definió el con-
                      cepto de «número normal». No es necesario para nuestros fines
                      entrar en todas las complejidades de la definición de Borel, basta
                      con decir que un número es normal cuando sus cifras decimales
                      se comportan estadísticamente como si hubieran sido generadas
                      al azar, y que esto sucede tanto si el número se escribe en base 10
                      (como es usual), o en binario, o en hexadecimal o en cualquier
                      otra base de numeración. Por ejemplo, está claro que O, 10101010 l. ..
                      no es un número normal (sus cifras decimales se comportan
                      demasiado prolijamente como para parecerse a cifras generadas
                      al  azar).  Por el  contrario,  se  conjetura que  n = 3,1415926 ...  y
                      -J2 = 1,4142135 ... sí son números normales, aunque esta conjetura
                      no ha sido todavía demostrada, ni refutada.
                          El caso es que Borel, además de definir los números norma-
                      les, demostró que existe una infinidad de ellos,  es decir, que el






           10         INTRODUCCIÓN
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