Page 11 - 18 Godel
P. 11

listado de números normales jamás se temüna. Sin embargo, su
         demostración usaba unos métodos muy indirectos;  podríamos
         decir que más que demostrar que había una infinidad de números
         nom1ales,  demostró que esa infinitud de números no podía no
         existir.  Ahora bien,  el punto central de  esta historia es que ni
         Borel, ni nadie, era capaz de aportar en 1909 ni siquiera un solo
         ejemplo de número normal.  Había algunos números,  como los
         mencionados más arriba, de los cuales se sospechaba que eran
         normales, pero ninguno del que se supiera con certeza que lo era.
         Es decir, Borel demostró que existían infinitos números de cierto
         tipo, pero no podía mostrar un ejemplo de ellos.  ¿Es aceptable
         esta situación? ¿Podemos admitir que se hable de números de los
         cuales no se puede mostrar ni siquiera un ejemplo? A principios
         del siglo xx  muchos matemáticos comenzaron a  desconfiar de
         estas demostraciones que involucraban familias ( como la de los
         números normales) formadas por infinitos números. Desconfia-
         ban de que fuera lícito trabajar con esas fanülias usando las mis-
         mas reglas que se usan para familias finitas  ( es decir, que no se
         extienden indefinidamente). Esta desconfianza estaba avalada por
         el hecho de que en 1902, el filósofo y matemático británico Ber-
         trand Russell había encontrado algunas contradicciones lógicas
         asociadas a razonamientos de ese tipo.
             A principios del siglo xx, la cuestión de cómo determinar la
         validez de un razonamiento matemático no estaba nada clara.
         Había muchas controversias y discusiones al respecto que di-
         vidían fuertemente la opinión de los matemáticos.  Pero final-
         mente, después de casi un cuarto de siglo de debates, en 1930
         se llegó a un acuerdo acerca de cuáles eran los criterios claros
         y concretos que debía cumplir una demostración para ser acep-
         tada como correcta, criterios objetivamente establecidos más
         allá de cualquier subjetividad. Esencialmente, el criterio consis-
         tía en que los razonamientos pudieran ser verificados por un
         ordenador, un juez imparcial que se limi_taba a calcular sin caer
         en engaños lingüísticos. Desde luego, esa es la versión actual
         del acuerdo al que llegaron los matemáticos, ellos lo expresa-
         ban de modo diferente, ya que en 1930 aún no existían los orde-
         nadores.






                                                          INTRODUCCIÓN        11
   6   7   8   9   10   11   12   13   14   15   16