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de un universo en rotación, homogéneo, cerrado y estable ( es
decir, no en expansión) con líneas de tiempo cerradas. Estas «lí-
neas de tiempo cerradas» permitirían, en teoría, viajes en el
tiempo, y de hecho, harían que en ese universo el tiempo no exis-
tiera en el sentido en el que habitualmente lo entendemos, ya que
pasado y futuro serían indistinguibles.
Estaba claro, incluso para Godel, que este universo, hoy cono-
cido como «el universo de Godel», no era el nuestro. Es decir, aunque
la descripción hallada por Godel es consistente con las ecuaciones
de Einstein, no describe el universo real. No por eso, sin embargo, la
solución de Godel carece de interés. Como él mismo escribió:
El mero hecho de la compatibilidad con las leyes de la natu-
raleza de los universos en los que no se puede distinguir un
tiempo absoluto y, por lo tanto, en los que no puede existir
un lapso objetivo de tiempo, arroja algo de luz sobre el signi-
ficado del tiempo también en los universos en los que se
puede definir un tiempo absoluto.
Las anteriores palabras están tomadas de Una observación
sobre la relación entre la teoría de la relatividad y la.filosofía idea-
lista, publicado también en 1949 como participación en un volumen
editado por P.A Schilpp dedicado a la obra de Einstein. El libro era
parte de una colección titulada La biblioteca de.filósofos vivientes,
a la que Godel ya había contribuido en 1944 en el volumen dedicado
a Bertrand Russell. A diferencia de los otros dos, este segundo ar-
tículo sobre la relatividad estaba escrito en un lenguaje carente de
toda fórmula matemática y accesible al público en general. En él,
Godel estudia algunas de las consecuencias filosóficas que pueden
extraerse de la teoría de la relatividad en relación a la naturaleza del
tiempo, «ese ente misterioso y aparentemente contradictorio que,
por otra parte, parece constituir la base de la existencia del mundo
y de nuestra propia existencia» (la cita es del mismo artículo).
En este trabajo, Godel sostiene que la relatividad provee «una
prueba inequívoca de la concepción de los filósofos que, como
Parménides, Kant y los idealistas modernos, niegan la objetividad
del can1bio y consideran que el cambio es una ilusión o una apa-
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