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de  esa demostración no puede ser verificada por un ordenador.
        Hemos encontrado así una tarea (la verificación de la corrección
        de la demostración de que los axiomas de Peana son consistentes)
        que la mente humana puede hacer, pero un ordenador no (y esta
        imposibilidad es esencial, jamás podrá ser superada por los avan-
        ces tecnológicos futuros). Por lo tanto, la mente humana es supe-
        rior al ordenador.

         «En la medida en que se refieren a la realidad, las proposiciones
           de la matemática no son seguras y, viceversa, en la medida en
                             que son seguras, no se refieren a la realidad.»

                     -  ALBERT  EINSTEIN,  EN  UNA  CONFERENCIA  PRONUNCIADA  EL  27  DE  ENERO  DE  1921.

            El argumento parece convincente, pero no es decisivo. La de-
        mostración de la consistencia de los axiomas de Peana se basa en
        nuestra intuición de que esos axiomas son enunciados verdade-
        ros; pero, ¿es infalible esa intuición? En realidad no lo es, ya ha
        fallado antes. Le falló a Frege, por ejemplo, quien durante años
        estuvo convencido de la consistencia de sus axiomas, hasta que
        Bertrand Russell descubrió que uno de ellos era autocontradic-
        torio. ¿Podría surgir, en algún día futuro, un nuevo Russell que
        nos muestre una paradoja de los axiomas de Peana, alguien que nos
        diga que, después de todo, son inconsistentes? Aunque sería muy
        sorprendente ( como lo fue para Frege), no se puede descartar esa
        posibilidad.
            No podemos, por lo tanto, vanagloriarnos de superar a los
        ordenadores,  porque jamás podremos tener la certeza de  que
        nuestros  razonamientos  semánticos  son  correctos.  Debemos
        aprender a vivir con la incertidumbre de que quizá en el futuro se
        descubra que todos (o  casi todos) nuestros razonamientos son
        incorrectos.
            ¿Podría ocurrir tal descubrimiento? ¿Es verosímil esa posibi-
        lidad? La verdad es que sí; en realidad, la discusión iniciada con
        el descubrimiento de la paradoja de  Russell nunca llegó a ser
        terminada. Las tres propuestas que se hicieron a principios del
        siglo xx, intuicionismo, logicismo y formalismo ( o el programa de






                                     LAS CONSECUENCIAS DEL TRABAJO DE G• DEL   161
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