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que la piedrecilla que desencadenó el alud que se había venido
                     gestando durante décadas.  El proceso histórico que llevó a ese
                    punto comenzó con Aristóteles y con uno de los conceptos más
                     esquivos, difíciles y maravillosos que haya creado el pensamiento
                    humano: el infinito.
                        ¿Qué  es  el  infinito?  ¿Qué  queremos  decir,  por  ejemplo,
                     cuando afirmamos que la secuencia 1, 2, 3, 4, 5, ... es infinita? En
                     el siglo rv a.C., Aristóteles postuló que podemos responder a esta
                    pregunta de dos maneras diferentes.
                        Para visualizar la primera forma de entender el infinito, imagi-
                    nemos un pueblo milenario que se haya impuesto la tarea, transmi-
                    tida de generación en generación,  de contar y anotar todos los
                    números de la secuencia 1, 2, 3, 4, 5, ... ¿Podrán algún día anotarlos
                    todos? La verdad es que no importa si dedican a esa tarea años,
                    décadas o miles de millones de siglos; nunca jamás terminarán de
                    contarlos y anotarlos por completo. El motivo es que cualquiera
                    que sea el punto hasta donde haya llegado la cuenta, siempre ha-
                    brá un número más por escribir. Si llegaron hasta el 100, les habrá
                    faltado el 101. Si llegaron hasta el 1000, les faltará el 1001. Si llega-
                    ron al trillón, les faltará aún el trillón más uno.  Nunca llegarán al
                    último número, simplemente porque ese último número no existe.
                        Observemos, sin embargo, que las anotaciones de ese hipoté-
                    tico pueblo en ningún momento contendrán una totalidad infinita
                    de números. En los primeros tiempos habrán anotado unos cien-
                    tos, luego unos miles, más tarde unos millones o billones de nú-
                    meros, pero siempre la cantidad anotada será finita (porque con
                    el tiempo suficiente los  números anotados podrían recorrerse
                    completamente de principio a fin). La infinitud de la secuencia se
                    manifiesta en la característica casi inasible de «nunca terminar»,
                    una propiedad futura inalcanzable, no un rasgo presente de modo
                    positivo. A esta forma de ver el infinito Aristóteles la llamó el «in-
                    finito potencial», o «infinito en potencia».
                        La segunda fonna de pensar el infinito consiste en verlo como
                    una particularidad presente «en acto». En este caso, no debemos
                    pensar en un pueblo milenario que anota números generación tras
                    generación, sino en un ser sobrenatural que los ha anotado todos,
                    absolutamente todos,  en un acto de voluntad casi divina ( sería






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