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Fermat respondió a Digby con una carta en la que decía que
       cualquier tonto podía encontrar la solución de Brouncker y Wallis,
       y después de reflexionar sobre la tradicional enemistad entre in-
       gleses y franceses,  lanzaba lo que los ingleses consideraron un
       insulto, aunque es bastante probable que el bienintencionado Fer-
       mat intentara solamente «consolar» a los ingleses respecto de su·
       falta de talento matemático: «ningún campo puede albergar cual-
       quier cosecha». Echando más sal en la herida, el tolosano añadió
       a esta carta una dura crítica del libro de Wallis que Digby le había
       entregado.


                    «Esperamos estas soluciones, las cuales, si Inglaterra
                                o Bélgica o la Galia Celta, no las producen,
                                     entonces la Galia Narbonesa lo hará.»

                    -  EXTRACTO  DE  LA  CARTA  QUE  FERMAT  ESCRIBIÓ  EL 3  DE  ENERO  DE  1657 A  CLAUDE
                         MARTIN  DE  LAURENDIÉRE  LANZANDO  UN  RETO  A  LOS  MATEMÁTICOS  EUROPEOS.


           La respuesta de Fermat llegó a todos los interesados, pero la
       polémica subsiguiente excluyó al tolosano, convirtiéndose en una
       justa entre Frénicle y Digby, por un lado, y Wallis y Brouncker por
       el otro. Wallis insistió en que estos problemas, de los que se podía
       concebir una gran variedad, no ofrecían ninguna utilidad ni difi-
       cultad alguna.  No lograba ver los aspectos teóricos que Fermat
       encontraba en ellos.  Eran divertimentos sin sentido, y no mere-
       cían la atención «de toda Inglaterra, Francia y Holanda».
           Wallis también mostró su aburrimiento sobre las proposicio-
       nes negativas de Fermat, de las que su último teorema es sola-
       mente el ejemplo más famoso.  En efecto, el inglés consideraba
       que había un nún:iero infinito de tales proposiciones, a cual más
       aburrida e inconsecuente, y se preguntaba por qué Fermat daba
       tanta importancia a asombrar a Frénicle con sus «audaces» afir-
       maciones sobre ecuaciones particulares con un número limitado
       (o cero) de soluciones. Como hemos visto, Wallis se equivocaba
       gravemente. Los problemas planteados por Fermat daban lugar a
       investigaciones muy fructíferas.






                                            LA MODERNA TEORÍA DE  NÚMEROS   89
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