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LA VIDA SOCIAL

        Hubble y su esposa Grace siempre fueron proclives a encuentros,
        cenas, discusiones, etc., con los amigos y vecinos, pero sus rela-
        ciones sociales se intensificaron muchísimo cuando tuvo lugar
        el encuentro decisivo para la ciencia entre Einstein y Hubble.
        Comentaremos este encuentro más adelante por su gran interés
        en la historia de la ciencia. Simplificando ahora, el popularísimo
        Einstein hizo público que él se había equivocado y que Hubble
        tenía razón. En ese momento, Hubble se hizo tan popular corno
        Einstein, se le abrieron las puertas de la alta sociedad y los es-
        posos Hubble se prodigaron en los salones y en relaciones con
        famosos científicos, artistas y políticos. Seleccionaron sus amis-
        tades y encuentros con el criterio de que fueran ingleses o,  al
        menos, anglófilos.
            Hubble cuidaba mucho su vestimenta, confeccionada por un
        sastre inglés que se había instalado en Los Ángeles. Según Grace,
        Edwin poseía una «vanidad ingenua» con su atuendo, aprecián-
        dolo satisfactoriamente cuando se ajustaba a su patricia fisono-
        mía. Siempre tuvieron una relación asidua con algunos científicos
        ingleses, aprovechando los viajes, bien propios, bien ajenos, entre
        Inglaterra y Estados Unidos. Tuvieron anlistad con Fred Hoyle, el
        teórico locuaz, provocativo, polifacético y artista; con el tímido
        organista frustrado James Jeans y con el silencioso y enigmático
        cuáquero Arthur Eddington.
            Grace era brillante y más expresiva que Edwin. Era tan an-
        glófila o más que él,  adoptando la escritura inglesa en aquellas
        palabras que se escriben de forma diferente a ambos lados del
        Atlántico. Su veneración por el modo de vivir británico se exten-
        día a un cierto desprecio por las clases más hunlildes.
            Así, en cierta ocasión, dijo que los mejicanos eran mezcla de
        indios, españoles y negros, y, por tanto, eran una raza «rnongrel»,
        es decir, una raza de mestizos o perros callejeros. Cuando su inter-
        locutor la contradijo, queriendo hacerla ver que, inicialmente, los
        niños mejicanos eran iguales a los ingleses, que la diferenciación
        era fruto de la educación, ella repuso que un potro cualquiera y un
        potro purasangre eran aparentemente iguales, pero del primero





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