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Mientras los protones y neutrones poseían isospín 1/2  ( con
                     proyecciones +1/2 y-1/2), los tres piones (nº, n+,  l'"L) poseían isos-
                     pín 1 con sus proyecciones respectivas (0,1  y -1), y el número
                     cuántico de isospín se debía conservar en las interacciones entre
                     ellos, que como ya vimos eran:

                                        n-p+n-; n-+p-n
                                        p-n+n•; n•+n-p.

                         El  isospín daba cuenta además de la similitud de la masa
                     entre el protón y el neutrón, y explicaba que los piones tuviesen la
                     misma masa pero carga diferente, y por tanto un comportamiento
                     distinto en su colisión con nucleones.
                         Durante 1952, el físico italiano intercambió correspondencia
                     sobre el asunto con un joven físico al que había conocido en Los
                     Álamos:  Richard Feynman.  Las  acertadas teorías  de  Feynman
                     requerían de  una contrastación experimental que  Fermi pudo
                     conseguir estudiando la dispersión de piones en el deuterio y el
                     hidrógeno, como demostró en varios artículos suyos publicados
                     en The Physical Review.
                         El trabajo de Fenni y Anderson estaba a punto de revolucio-
                     nar la física de partículas: de sus conclusiones sobre las colisio-
                     nes entre piones y nucleones se infería la posible existencia de
                     una estructura interna para los protones y los neutrones. En las
                     siguientes décadas, el descubrimiento de resonancias entre piones
                     y nucleones daría pie, inexorablemente, al descubrimiento de los
                     quarks que formaban los protones y los neutrones, y a su teoriza-
                     ción previa por parte de Murray Gell-Mann y George Zweig en 1964.
                         Pero no había sido nada fácil:  la ingente cantidad de datos
                     acumulados por Fenni ralentizaba muclúsin10 su procesamiento
                     y análisis. Así,  por ejemplo, para cada dato de la dispersión de
                    piones se debían resolver más de nueve ecuaciones. Las tablas
                     desarrolladas ayudaban, pero se estaba llegando al límite en la
                     cada vez más compleja investigación en física de partículas. Fernti
                    necesitaba una computadora. Las viejas calculadoras mécanicas,
                     como la Marchant que Anderson y él mismo trasteaban, habían
                    llegado a su cenit técnico y no daban más de sí.






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