Page 86 - 26 Fermi
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que había padecido pudieron ser la causa de su trágica muerte,
                     pero también se urdieron tramas de espionaje y secuestro que los
                     físicos italianos empezaron a temer, pues eran piezas codiciadas
                     en el contexto bélico que se gestaba. Aquel verano, Femü aban-
                     donó su prudencia y escribió una carta al Duce para alentarle a
                     proseguir su búsqueda. En ella sostenía:


                         No dudo en declararos, y no lo digo como expresión hiperbólica, que
                         entre todos los estudiosos italianos y extranjeros con quienes he
                         tenido ocasión de relacionarme, Majorana es quien, por la profundi-
                         dad de su ingenio, más me ha in1pactado.


                         Fermi dirigió la tesis de Majorana con la que se había gra-
                     duado en 1929: «La teoría cuántica de núcleos radiactivos». Fermi
                     reconoció que la prodigiosa capacidad de cálculo de Majorana y su
                     sagacidad eran propias de un genio de los que se dan muy pocos en
                     un siglo. Pero era retraído y tímido al extremo. Majorana fue capaz
                     de anticiparse, según testimonios de Segre y Amaldi, sin publicar
                     nada, al descubrimiento del neutrón de Chadwick y a Heisenberg
                     en su teo1ia del núcleo atónüco fom1ado por neutrones y protones.
                         Fermi estaba desolado. En una conferencia en Copenhague,
                     en septiembre, Bohr le insinuó si aceptaría el Nobel si le era con-
                     cedido o si, por otra parte, las autoridades fascistas le dejarían ha-
                     cerlo. Fermi no sabía qué diría Mussolini, pues era consciente de
                     que seguía siendo un símbolo, el más joven acadénüco y emblema
                     de  «los logros de la ciencia fascista», pero él sí aceptaba aquel
                     doble premio.  Confiaba en que el orgullo del Duce le permitiese
                     recogerlo.
                         Por eso, cuando la mañana del 10 de noviembre de 1938 Fermi
                     recibió la ansiada llamada de la Acadenüa, sabía que además del
                     Nobel de Física,  «por sus demostraciones sobre la existencia de
                    nuevos elementos radiactivos producidos por irradiación de neu-
                    trones, y por sus descubrimientos de reacciones nucleares induci-
                    das mediante neutrones lentos», aquel prenüo era quizá su única
                    oportunidad de escapar de Italia con toda su fanülia, pues obtendría
                    un visado especial para que Laura, Nella y Giulio pudiesen estar
                    con él en la entrega del galardón. Llegar a Estocolmo no sería fácil.





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