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ocasiones, el ambiente enrarecido de la Italia de Mussolini no prelu-
                     diaba nada bueno. Como un presagio, aquel curso abandonaron Via
                     Panisperna para trasladar el departamento de Física al nuevo cam-
                     pus del este de Roma. Para colmo, el 23 de enero de 1937 falleció re-
                     pentinan1ente el senador Corbino. Fermi estaba conmocionado. Le
                     dedicó un emotivo elogio, «Un maestro: Orso Mario Corbino», sin
                     saber que ese mismo año acabaría escribiendo otro en Nature, «Tri-
                     buto a lord Rutherford», y que también moriría Marconi en julio.
                     Dichas muertes le in1pactaron. Fermi se sentía muy agradecido a
                     aquellos hombres sobre los que había podido construir la nueva
                     física del siglo xx.  Marconi, como Corbino, también había sido un
                     valedor de las propuestas de Fernú ante el régimen, entre las que se
                     encontraba la últin1a de ellas: la creación de un nuevo laboratorio
                     nacional de física, con un gran acelerador de partículas.
                         Como cabría esperar, Fermi no fue el sustituto de Corbino:
                     Antonio Lo Surdo, más cercano a Mussolini, sucedió al senador.
                     Fermi decidió seguir concentrado en su propósito de avanzar en
                     la línea de los aceleradores de partículas, manteniéndose al mar-
                     gen de disputas. Construyeron un prototipo de 200 kV en el nuevo
                     laboratorio de física, y encontraron cómo obtener fácilmente neu-
                     trones partiendo de iones de deuterio acelerados a 200 keV.





                     UN PASAPORTE ESPECIAL

                     Hacía tiempo que la influencia del nacionalsocialismo alemán ope-
                     raba en Italia.  El antisemitismo había calado ya en la población
                     cuando Mussolini publicó el Manifesto  della  razza en julio de
                     1938. Laura era judía y Fermi no había cun1plido como otros con
                     el régimen.  Por ello, no había sucedido a Corbino y en junio de
                     1938 se le había denegado el desarrollo del nuevo centro de in-
                     vestigación. Fermi sabía además que emigrar con toda su familia
                     no iba a ser fácil:  se fijó que en otras estancias en el extranjero
                     siempre como mínimo su hija Nella se había quedado en Italia.
                     Tras el Manifesto della razza, los judíos fueron expulsados de la
                     universidad y demás instituciones públicas, y el saludo romano






         84          LOS NEUTRINOS Y LA DESINTEGRACIÓN BETA
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