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La parafina, como la madera, posee en su estructura núcleos de
       hidrógeno que contienen un protón de masa similar al neutrón. Por
        eso, el frenado previo de los neutrones facilitaba que interactuasen
        con los núcleos de plata.
           Fermi propuso probar con una gran cantidad de agua. Si su
       teoría era correcta, la gran proporción de hidrógeno del agua ten-
       dría efectos parecidos a la parafina. Los ragazzi decidieron ir a
       la fuente del jardín privado del senador Corbino que vivía, como
       jefe del departamento, en la tercera planta del edificio de Via Pa-
       nispema. Sun1ergieron la fuente de neutrones y el cilindro de plata
       y detectaron el aumento de radiactividad esperado. Fermi estaba
       en lo cie1to. Aquella misma noche redactaron un artículo para La
       ricerca scientiji.ca,  «Acción de las sustancias hidrogenadas en la
       radiactividad inducida por neutrones», al que siguieron otros más
       completos.
           Invasión de su jardín aparte, un par de días después Corbino
       apareció por el laboratorio para disuadir de publicar nada más
       sobre los neutrones lentos. Fermi se sorprendió en principio, pero
       el pragmatismo de Corbino pronto le aclaró su idea: las aplica-
       ciones industriales de su descubrimiento merecían una patente.
       El uso de isótopos radiactivos en medicina o como marcadores,
       o el desarrollo de tecnologías nucleares eran aplicaciones claras
       para la mentalidad industrial de Corbino.  En diciembre de  ese
       mismo año, iniciaron los trámites que condujeron, el 26 de octu-
       bre de 1935 a que Femú, Rasetti, Segre, Amaldi, D'Agostino, Pon-
       tecorvo y Trabacchi ( el proveedor químico) tuviesen su primera
       patente (italiana número 324458). En 1953, tras años de litigios, el
       Gobierno de Estados Unidos debió pagar 400 000 dólares por los
       derechos de aquella patente, correspondiéndole 24 000 a Fermi y
       a cada uno de los coautores, tras restar las costas legales.
           Por desgracia, cuando observó mayor radiactividad de la es-
       perada en el bombardeo del uranio, Fermi no consideró que se
       encontrase ante la fisión nuclear, proceso que la química alemana
       Ida Nowack había sugerido. Fue «el gran error de Fermi», que él
       mismo humildemente reconoció, y que evitó que tanto Estados
       Unidos como Alemania tuviesen ya preparada la bomba atómica
       para el inicio de la Segunda Guerra Mundial.






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