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quería publicidad y menos faltando a la verdad ante la comuni-
dad científica internacional. Había costado demasiado llegar hasta
aquel punto álgido de prestigio como para estropearlo. Corbino
entendió la situación y Fermi aclaró los hechos. Sin embargo, la
noticia dio el salto de la prensa sensacionalista europea al The New
York Times. Era inevitable que el reconocimiento internacional y
la fama de Fermi se escapasen de las garras del rodillo propagan-
dístico de Mussolini.
LOS NEUTRONES LENTOS
En el otoño de 1934, Fermi asignó a Amaldi y a Bruno Pontecorvo
el encargo de analizar cuantitativamente la cantidad de radiación
emitida por cada elemento bombardeado. Amaldi había estado
con Segre en Cambridge aquel verano y allí habían publicado en
Proceedings of the Royal Society una revisión del tema en «La ra-
diactividad artificial producida por el bombardeo de neutrones».
Amaldi sabía que las condiciones experimentales influían notable-
mente en la cantidad de radiación emitida.
Entre el 18 y el 22 de octubre del mismo año, Amaldi y Pon-
tecorvo estudiaron la diferente capacidad de absorción de las ra-
diaciones de materiales como el plomo, dependiendo del grosor
de la sustancia, y la influencia de las condiciones experimentales.
Finalmente, dentro de una caja de plomo ubicaron un cilindro de
plata y el contador Geiger tras la fuente de neutrones de radón-
berilio (véase la figura de la página siguiente). Repitieron el ex-
perimento con diferentes cilindros de idénticas dimensiones de
diferentes materiales, y situando los cilindros en diferentes pun-
tos de la caja de plomo. La radiactividad medida cambiaba según
la posición de los cilindros y no comprendían las variaciones en
el Geiger.
Amaldi y Pontecorvo avisaron a Fermi y a Rasetti. Implemen-
taron los experimentos hasta elinunar posibles causas de error,
pues Rasetti estaba convencido -y tenía razón- de que faltaba
precisión para disminuir el error estadístico. Amaldi, junto con
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