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INTRODUCCIÓN

a calle no era excesivamente ancha, pero, en tales circunstan-
cias, cruzar los pocos metros que la separaban del pequeño
Lmercado que se encontraban al otro lado, único lugar en todo
el barrio donde se podían efectuar algunas compras medianamente
protegidos del infierno exterior, se convertía en una tarea casi suici-
da. Las continuas explosiones y el estrepitoso resonar de los disparos
eran, para los escasos residentes de la zona, una seria advertencia
que, a los menos atrevidos, les hacía renunciar a su pretensión de
atravesar la embarrada calzada entre todos aquellos escombros.
Los bombardeos aéreos habían cesado hacía tan sólo unas ho-
ras, y las feroces ofensivas de los insurgentes que, amparados entre
los desconcertados habitantes, lanzaban constantes ataques contra
las bien pertrechadas tropas del país vecino, no cesaban. Todo ello
incrementaba paulatinamente las numerosas bajas civiles. Víctimas
colaterales de las violentas reivindicaciones de unos y del severo cas-
tigo al que, más como venganza que como advertencia, les sometían
los otros.
Fatma, superando su miedo, echó a correr sorteando los nume-
rosos cascotes que tapizaban la, ya de por sí poco transitable, calzada
de tierra anegada. A pesar de las dificultades y del peligro, la mujer
tenía una buena razón que la animaba a vencer las aprensiones y

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