Page 13 - Edición final para libro digital
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la mandó llamar para comunicarle la mala nueva. Tras el inevitable
                 momento de incertidumbre en tales circunstancias, la joven palesti-
                 na fue acompañada por dos soldados hasta la residencia en la cual se
                 hospedaba, con la intención de mantenerla amparada hasta que su-
                 perase el shock. Al igual que ella, eran muchas las chicas huidas de La
                 Franja que abandonaban el infierno de Gaza para establecerse al otro
                 lado del muro, y la mayoría solían alojarse en albergues estudiantiles
                 hasta concluir sus correspondientes carreras. No era habitual que
                 el gobierno hebreo actuase con tanta diligencia ante un aconteci-
                 miento tan cotidiano como era la muerte de un palestino. Pero en
                 el caso de Fatma, el hecho de que su padre fuese ejecutado por su
                 propia gente, y la circunstancia de que el veterano comerciante tu-
                 viese amigos judíos, algunos de los cuales eran bastante influyentes
                 en la institución militar, hacían de aquel suceso algo extraordinario.
                 Además, suponía un buen argumento con el cual desprestigiar a los
                 dirigentes de Hamás, ayudando a justificar ante los propios habitan-
                 tes de Gaza, y ante el resto de la opinión pública, sus ataques a la
                 ciudad palestina. Era una excelente baza propagandística evidenciar
                 la falta de humanidad y la imposibilidad de diálogo con tan crueles
                 enemigos. Por esa razón, había sido el propio estado mayor quien
                 ordenara la custodia militar de la joven estudiante.
                    El conocimiento de la ejecución de Ibrahim fue un duro golpe
                 para Fatma, que se empeñó en regresar a Jibaliya para poder estar
                 en el entierro de su padre. Después de mucho insistir ante sus cus-
                 todios, y de recibir estos la autorización de su superior, Fatma fue
                 acompañada hasta su residencia, donde se cambió de ropa y recogió
                 algunas cosas para el viaje. La muchacha pudo entonces empren-
                 der el camino hacia Jibaliya, siempre escoltada por los dos soldados,
                 quienes tenían la orden estricta de acompañarla hasta la frontera
                 siguiendo en todo momento las directrices del estado mayor, cuyos
                 miembros tenían un especial interés por hacer ver a la joven cuan
                 dispuestos estaban a ayudarla a pesar de no ser judía.
                    Mas una vez en la divisoria de los dos territorios, y ante la ne-
                 gativa de los guardias a consentir que la chica pasase al otro lado,
                 escenario en aquel momento de una violenta revuelta entre ambos


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