Page 12 - Edición final para libro digital
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disfrutaría nuevamente de la alegría y el cariño con los que le obse-
              quiaba a diario su más preciada descendiente.
                 Debido a su actividad como comerciante, Ibrahim no había po-
              dido dedicar a sus hijos todo el tiempo que le hubiese gustado. Era
              Fatma quien, a pesar de su corta edad, llevaba todo el peso de la
              casa,. La adolescente se encargaba de mantener limpio el hogar, co-
              cinar para sus hermanos y para su padre, hacer la compra, etc.…,
              y todo ello en el tiempo que le quedaba libre después de asistir al
              colegio, condición irrenunciable del patriarca Hasbúm, que antepo-
              nía a cualquier otra cuestión la educación de su pequeña heredera.
              Por el contrario, sus dos hermanos mayores ejercían la función de
              varones al pie de la letra según los mandatos que, en su libre inter-
              pretación de la moral y las obligaciones, les imponía la religión que
              profesaban. Ambos pasaban la práctica totalidad de su tiempo im-
              buidos en el adoctrinamiento radical islámico. Desde entonces, Ibra
              había cuidado de Fatma él solo. Sus dos hijos varones, a pesar de
              ser ya adolescentes, nunca quisieron colaborar en el sostenimiento
              de la casa familiar. Se pasaban el día asistiendo a las interminables
              arengas de los dirigentes de Ezzeddin Al-Qassam y tomando parte
              activa en las manifestaciones contra los hebreos, si bien no habían,
              aún por aquel entonces, pasado a formar parte de los combatientes
              activos. De todos modos, Hasbúm sabía muy bien que sus dos vás-
              tagos no protegerían a su hermana cuando él faltase, y no descartaba
              que en cualquier momento su incipiente radicalismo les perjudicase
              directamente a él y a su hija. No llegó a ocurrir exactamente como
              Ibrahim se había imaginado, pero, sin duda, los acontecimientos
              habían tomado un derrotero muy similar, aseverando sus temores y
              demostrando que sus predicciones eran acertadas. Pues, si bien no
              fueron los jóvenes quienes le acusaron, sí asumieron su sentencia y
              su ejecución como justas, priorizando su radicalismo ideológico al
              natural sentimiento filial.

                 La noticia de la muerte de Hasbúm llegó a oídos de Fatma estan-
              do ella en clase, habían pasado tan sólo unas horas desde la ejecución
              cuando un miembro de la dirección del instituto al que concurría



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