Page 65 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

            habían ocurrido demasiadas cosas que condicionaban enormemen-
            te mis posibilidades de aprobar, pero me había esforzado mucho
            los últimos cuatro meses y, con un poco de suerte, podría pasar con
            alguna asignatura pendiente.
                 Era 28 de junio, ese mismo día dábamos por concluido el año
            escolar, así que, más que dar clase, estuvimos toda la mañana de
            fiesta; desde muy temprano nos dedicamos a intercambiar fotos,
            firmar anuarios y hacer planes para el verano. Estábamos Sara y yo
            sentadas en un rincón del patio durante el último recreo y ella me
            estaba enseñando las fotos de la excursión de fin de curso, a la cual
            yo no había ido. No quería que la muerte de mi madre, en caso de
            ocurrir, me pillase divirtiéndome a cientos de kilómetros de casa ya
            que esperaba en cualquier momento la mala nueva y quería estar
            cerca cuando ocurriese, entonces vi pasar junto a la valla al Auri y
            a Tomás. No se detuvieron pero escudriñaron el interior del patio
            ininterrumpidamente; sentí cómo un escalofrío recorría mi cuerpo,
            me habían visto y, muy probablemente, se lo contarían a Miguel.
            Ya tenía casi olvidados a aquellos personajes, y verlos de nuevo me
            retrotrajo a la peor época vivida en los últimos años. Sara notó en-
            seguida mi reacción y me preguntó.
                 —¿Qué te ocurre?, de pronto te has puesto blanca.
                 —Nada, me ha sorprendido ver a aquellos dos ahí afuera —le
            respondí señalando a los amigos de Miguel.
                 —¿Quiénes son?
                 —Son amigos de Miguel, los conocí el año pasado.
                 Sara no sabía nada de mi relación con Miguel y sus amigos,
            por lo cual no comprendía aquella situación. A pesar de que tan
            sólo había hablado de aquello con Beatriz, sentí la necesidad de
            confesarme con alguien más, una compañera en quien confiar,
            y Sara me había demostrado ser una verdadera amiga, por lo
            cual decidí contarle todo lo ocurrido, incluida la razón que me
            llevó a intentar acabar con mi vida. Durante un buen rato estuve
            hablando mientras Sara me escuchaba atentamente, no pude ter-


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