Page 63 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

                 Contrariamente a mis temores, doña Andrea se acercó a mí y
            me abrazó con extrema dulzura besándome en la frente.
                 —No llores Ana, tranquilízate.
                 Aquella inesperada acción por su parte hizo que me relajase al
            instante y, secándome las lágrimas, articulé las primeras palabras.
                 —Perdón señorita Andrea, he sido una estúpida.
                 —No tienes que disculparte Ana, sólo debes olvidar lo ocurri-
            do y pensar en el futuro; todos hemos cometido alguna locura en
            nuestras vidas.
                 —Entiendo, pero lo que yo he intentado ha sido demasiado
            grave, además he hecho sufrir a los que me quieren.
                 —Los que te quieren te comprenden y te ayudarán a superar-
            lo. Yo haré lo que esté en mi mano para que lo olvides. Ahora sólo
            debes centrarte en tus estudios y en tus seres queridos, muy pronto
            todo te parecerá un mal sueño.
                 —Gracias señorita Andrea, creí que me regañaría, no me ima-
            ginaba que fuese usted tan buena —le dije sonriendo y sintiendo
            el calor en mis mejillas al sonrojarme por la vergüenza. Ella sonrió
            también y me acarició el pelo mientras me animaba y, pasando su
            brazo sobre mis hombros, me dijo:
                 —Vamos, tienes mucho que estudiar para recuperar el tiempo
            perdido, la próxima hora tocan matemáticas y ya sabes que soy una
            maestra muy exigente.
                 —Sí, ya lo sé —respondí entre risas mientras ambas nos diri-
            gíamos al aula donde debería afrontar el recibimiento de mis com-
            pañeros.
                 Todo resultó mucho más fácil de lo que había pensado, tan-
            to los demás profesores como mis condiscípulos me brindaron un
            cordial recibimiento y, salvo indeseables excepciones, hicieron todo
            lo posible para que mi regreso tuviese un indudable aspecto de nor-
            malidad.
                 Durante unos cuantos días la situación se mantuvo invaria-
            ble, con el apoyo de todos estaba consiguiendo recuperarme muy


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