Page 199 - De la luz a las tinieblas
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No lejos de las ovejas, con la espalda apoyada sobre el
voluminoso tronco de un roble, se hallaba el pastor. Inerte y
frío.
Seter se tumbó sobre el cuerpo de su amo. Su dolorosa
expresión, con la cabeza apoyada en el regazo del joven, y
una lastimera expresión en su mirada, desencadenó el llanto
entre los presentes.
Abatidos por el luctuoso acontecimiento, descendieron
con el cuerpo del malogrado Andrés.
Seter, a pesar de que su amo era trasladado, permaneció
fiel a su deseo. Sabía, instintivamente, que a partir de aquel
momento ya nada podía hacer por su dueño, pero el rebaño
no podía quedar desamparado. Continuaría firme en su
fidelidad, guardando de las ovejas hasta que un nuevo
patrono fuese a recogerlas.
Las noches de frío y lluvia que el muchacho había pasado
a la intemperie, empecinado en cuidar de su ganado, habían
resultado demasiado duras. Incluso para alguien como él,
acostumbrado a soportar las situaciones más adversas.
El fuerte temporal le dificultó bajar de la montaña con sus
animales. No quiso arriesgarse a perder parte de su ganado.
Dando por supuesto que aquella tempestad no dudaría
mucho, tomó la errónea decisión de afrontar el mal tiempo
sin separarse del rebaño.
Las altas fiebres, devenidas a causa de del frío y la
humedad, le impidieron emprender el regreso cuando amainó
la tormenta.
Bajo aquel roble, recibiendo ya los rayos del sol que
asomaba entre las nubes, fue agonizando hasta su muerte.
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