Page 198 - De la luz a las tinieblas
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A pesar de ser hombres rudos y decididos, ascender por
la embarrada ladera, salpicada de escarpados y resbaladizos
peñascos, no resultó una fácil tarea.
Varios perros acompañaban al grupo. Los animales,
igualmente acostumbrados a desenvolverse por aquellos
escabrosos terrenos, habrían de ser de gran ayuda a la
comitiva.
Conociendo el lugar al que solía ir Andrés con sus ovejas,
se encaminaron hacia allí.
Los gritos de los paisanos, llamando al joven ovejero,
podían oírse a gran distancia. Pero nadie respondía a la
desesperada demanda.
También los perros, no menos ruidosos, acompañaban al
grupo con sonoros ladridos.
Ya casi en la cima, donde el cerro se aplanaba, dando
lugar a los verdes campos salpicados de manzanilla, se
escucharon los ladridos de Seter respondiendo a sus afanosas
llamadas.
Fueron los canes quienes se adelantaron expeditos al oír
la respuesta de su semejante.
Pronto llegó el resto de la batida, ansiosos por comprobar
el estado del joven y sus animales.
Las expectativas no eran halagüeñas. Escuchar la réplica
del perro, sin tener referencia de su amo, aplacó el ánimo de
los buscadores, que confiaban aún en encontrar al pastor con
vida.
Seter encabezó la expedición en cuanto llegaron a su lado.
Atravesando el pequeño bosque que rodeaba la pradera, llevó
al grupo hasta el sitio donde se encontraba Andrés.
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