Page 197 - De la luz a las tinieblas
P. 197
Epílogo
Ya hacía más de un mes que el muchacho había
abandonado la aldea.
Como cada primavera, el joven pastor subía a la montaña
para establecerse, temporalmente, con su rebaño y su fiel
mascota en los altos prados de la meseta.
A pesar de estar acostumbrada a sus ausencias, en las
épocas de floración, a la madre del pastor le preocupaba tan
prolongada permanencia en los altos prados. Su hijo nunca
había estado tanto tiempo sin regresar a su hogar.
Era su costumbre bajar a la aldea, cada dos o tres días,
para reabastecerse de alimentos y atender mínimamente su
higiene.
Las intensas lluvias, que habían anegado la zona los
últimos días, hacían aún más incomprensible la tardanza del
muchacho.
Esa inusual demora resultaba muy alarmante. Dadas las
circunstancias meteorológicas, y la escasez de provisiones
que podrían quedarle a su hijo, doña Sara determinó dar la
voz de alarma en el poblado.
En poco tiempo, se organizaron los escasos habitantes de
la aldea para salir en busca del muchacho.
Varios naturales, experimentados conocedores de la zona,
se remontaron a la montaña, dispuestos a dar con su paradero.
203