Page 192 - De la luz a las tinieblas
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Sin embargo, los gritos proferidos para animarlo a continuar
          no habrían sido necesarios. Orgán no se detuvo en ningún

          momento. La triste escena lo espoleó más aún.  Corría como
          un poseso, mientras por sus mejillas se deslizaba
          incontenible la representación del dolor que lo invadía. En
          sus pupilas, quedó grabado el triste final de quien
          compartiera con él su más reciente eternidad.
          Faltaban menos de cien metros para llegar a las rocas, pero
          los cazadores avanzaban muy rápido. Aún podrían darles

          alcance. Pero, sorprendentemente, se dieron la vuelta y,
          llevándose a Dalman consigo, se alejaron rumbo al castillo
          del fuego, abandonando definitivamente la persecución.
          Andrés y Orgán alcanzaron los peñascos, y comenzaron la
          escalada. A pesar de la escasa altura del alcor, no resultaba

          sencillo el ascenso.
          Aprovechando las profundas grietas que aparecían entre las
          peñas, llegaron a la cumbre. Pero, aquella barrera de granito
          no era aún el final de su travesía. Al otro lado, desde la
          misma falda del cerro, nacía un largo camino, que conducía
          hacia un cegador destello.

          Era, precisamente, aquel destello lo que iluminaba toda la
          pradera.
          Allí lucía con su mayor esplendor, llegando a lastimarles los
          ojos.
          Haber estado tanto tiempo habituados a la más prolongada

          lobreguez, los había vuelto extremadamente sensibles a la
          luz.




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