Page 70 - De la luz a las tinieblas
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Unos golpes en la puerta sustrajeron a Andrés de sus
cavilaciones. Dalman se levantó para recibir al llamante. Al
abrir se topó ante sí a un górona. La criatura, portaba consigo
un pez de considerable tamaño y una especie de bolsa. La
talega, casi hermética, se abría como un embudo en uno de
sus extremos. Tenía la forma de una vasija, pero el material
con el que estaba hecha aparentaba ser el pellejo de algún
raro animal. «La misma piel de las sandalias de Alterio y sus
amigos». Pensó Miguel.
El górona entregó ambas cosas a Dalman. Andrés se
imaginó que la bolsa contendría, muy probablemente, agua
potable. Sobre el pescado, ya tenía claro que uso le darían.
—Gracias Gosún —le dijo el viejo al extraño sirviente.
Este respondió con un gutural gruñido, dando media
vuelta y perdiéndose camino abajo.
Dalman cerro tras de sí y se dirigió nuevamente hacia
ellos.
—Ya tenemos el desayuno. ¿Quieres compartirlo con
nosotros? —pregunto, dirigiéndose a Andrés.
Era la segunda vez en poco tiempo que le ofrecían comer
de aquel repugnante pez, y nuevamente debió excusar su
negativa ante la generosidad de aquellos hombres.
Era consciente de que, tarde o temprano, tendría de rendir
su animadversión por aquellos bichos. Terminaría por
aceptar la imposibilidad de permanecer mucho más tiempo
sin probar aquel siniestro manjar. Pero, no sentía aún tanta
necesidad como para superar su aprensión.
Ante la insistencia de sus anfitriones, optó por evadirse
poniendo a su anciano amigo como excusa.
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