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José Manuel Bermúdez Siaba


          vierte en un sin igual ecosistema con vida propia.
            Los amantes del senderismo encuentran igualmente su lugar en esta comarca.
          La ruta de los molinos, bajando de Taxes hacia Louro; la subida a Monte Castelo,
          en Esteiro; la ruta de A Silvosa a  Abelleira; la subida a la Cruz de Rumial; una
          visita a Laxe das Rodas…, y tantas otras sendas que invitan a andar disfrutando
          de la naturaleza.
            También los interesados en la historia y en la arqueología tienen donde dar
          rienda suelta a sus inquietudes, visitando las innumerables estaciones de arte
          rupestre que hay esparcidas a lo largo del territorio.
            Un aire limpio, con aroma a mar y bosque, hace que cualquier actividad que
          se antoje se convierta en una experiencia inolvidable.
            Arenales casi vírgenes; laderas arboladas, que nacen en la orilla y trepan hacia
          las cumbres pintando de verde el entorno; encantadoras aldeas cuyos caminos
          se dibujan entre centenarias edificaciones; estratégicos miradores, desde donde
          se puede contemplar toda la grandiosidad de la ría y la sobrecogedora imagen
          de los pueblos serpenteando sobre sus costas. Un pueblo que besa al mar en una
          eterna intimidad. Muros es mar y el mar es Muros. Un paraíso que nació y se
          alimentó de ese salado y líquido elemento y que convive a lo largo de los siglos
          a su lado; sin abandonar jamás las aguas que le dieron la vida.


              Monte Louro y laguna de Xalfas




            Monte Louro es la montaña más representativa del Ayuntamiento de Muros.
          Según estudios realizados por algunos geólogos, esta pequeña península forma
          un conjunto único en el cual confluyen el monte, la playa, la laguna y un amplio
          valle. Esta singular montaña esta coronada por dos cumbres que destacan soli-
          tarias frente a inmensidad del Atlántico, penetrando en él cómo dos gigantescos
          pináculos, a cuyos pies nace una gran superficie casi llana que se ensancha hacia
          el norte; convirtiéndose en una barrera natural que protege la playa de San Fran-
          cisco, la cual se extiende a lo largo de dos kilómetros en la parte interior de la ría,
          de los agresivos envites del mar abierto en época de vendavales. En el exterior,
          junto a su ladera, se encuentra una de las zonas de mayor riqueza ecológica y
          paisajística de Galicia, la laguna de Xalfas, que a pesar de estar separada del mar
          por una barrera de dunas y una amplia y larga playa de arena blanca, se comunica
          con este muy a menudo cuando los fuertes temporales del sudoeste hacen que
          las grandes olas se abran camino hasta alcanzar las dulces aguas del interior. Los
          mismos geólogos calculan que la unión de esta montaña, que fue una isla en la


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