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Muros. Historia viva
















              Gaspar Melchor de Jovellanos





                      l 6 de marzo de 1810 llegó al puerto de Muros, refugiándose de un
                      temporal, el bergantín Nuestra Señora de Covadonga. A bordo del mis-
               Emo viajaba el insigne patriota y escritor asturiano Gaspar Melchor de
            Jovellanos junto al teniente general marqués de Campo Sagrado. Jovellanos ha-
            bía sido diplomático, ministro, vocal del supremo tribunal de la regencia, etc...
            Era, por lo tanto, un personaje conocido y con gran influencia, razón por la cual
            tuvo una muy buena acogida en el Pueblo. Fueron multitud los que salieron para
            recibirlo y ofrecerle su aprecio y colaboración. La viuda e hijos de Sendón, que
            tenían un comercio en la Villa, fueron quienes le ofrecieron una casa donde hos-
            pedarse, y en la iglesia de Santa María del Campo se celebró un acto religioso en
            acción de gracias por su salvamento.

               Según el acta de 17 del abril de 1810, coincidiendo la estancia de Jovellanos y
            el marqués de Campo Sagrado con la celebración de la Semana Santa, se acordó
            que las llaves de los sagrarios de los monumentos de la Colegiata de la Villa, y
            las del Convento de los frailes Franciscanos de Louro, habrían de ser llevadas
            en las procesiones por estos dos huéspedes en lugar de por el alcalde y las auto-
            ridades locales.

               Después de haber permanecido varios días en el pueblo decidieron marchar
            hacia Asturias, enterados de que esta había sido liberada de los franceses. Pero
            cuando se disponían a salir del puerto recibieron un comunicado avisándoles de
            un nuevo avance francés sobre Gijón, Avilés y Oviedo. Resolvieron entonces
            quedarse en Muros hasta que las cosas cambiasen.
               La villa de Muros tuvo para con estos hombres un trato exquisito durante el
            tiempo que permanecieron en ella. De hecho, las autoridades locales estuvieron
            a punto de recibir una providencia de la Junta Superior del Reino por no exigir
            los pasaportes a aquellos dos hombres, habiéndose conformado simplemente


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