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José Manuel Bermúdez Siaba


          José de La Peña (médico); Luis Cayetano Cereijo, Joaquín Martínez y Domingo
          Antonio García (los tres escribanos); Simón Gómez Reloba, Tomás de Lois, An-
          drés Julián Gil, José Bueno y Andrés de Lojo; José Páramelo (alférez de fragata
          y ayudante de la  Villa ); Severo Riomayor (oficial contador); Antonio Ameigen-
          da y  Francisco Granero (escribano).

            El 21 de marzo, un tal Manuel Taboada y Cotón, quien venía acompañado
          por Juan García, que dijo ser su asesor; y otro sujeto llamado Pedro Romero,
          un fraile franciscano, se presentaron en la Villa con el objetivo de dar la alarma
          de un ataque de los franceses. Exhibieron los documentos del Marqués de la
          Romana que les facultaba en toda la provincia para dicho fin. La Junta prestó a
          esos enviados alojamiento y colaboración. Al día siguiente se reunieron la Junta
          y Taboada para decidir la mejor manera de organizar la defensa de la Villa.
            Pedro Bazán, director y principal autoridad al servicio de los galos en la ciu-
          dad del Apóstol, disponía de una serie de espías repartidos por las diferentes
          poblaciones de la provincia para saber lo que ocurría en las mismas. Fue uno de
          esos espías, Juan Antonio Navarro, que había sido juez de la Villa y fuera sus-
          pendido de empleo y cargo por estafas cometidas en su administración, quien se
          trasladó a Noia, donde los franceses tenían un destacamento, en la lancha de pa-
          saje conocido como «O Carreto», que hacía a diario el recorrido entre estas dos
          poblaciones. Desde esa Villa se fue a Santiago para acusar ante Bazán a la Junta
          de Defensa de la Villa de anti-francesa. Dando credibilidad a esta acusación,
          y con la intención de dar un escarmiento, Bazán destacó inmediatamente una
          partida de tropas para sofocar la insurrección. Esas tropas salieron de Santiago
          dispuestas a asesinar a los miembros de la Junta y a quemar el pueblo.

            Ante el inminente ataque, la Junta propuso organizar la defensa a las afueras
          del pueblo, en campo abierto, a fin de evitar que las tropas francesas arrasaran
          la población. Taboada estuvo de acuerdo, y él mismo escogió el lugar donde
          apostar a la gente que considerara necesaria para resistir la acometida de los
          invasores, al tiempo que se organizaban para extender la alarma por las pobla-
          ciones colindantes.

            Se estaban haciendo los preparativos para montar el dispositivo de defensa
          cuando regresaron a la Junta Taboada y el tal Pedro, determinando que la defensa
          se debería hacer desde el principio en Muros. Esa misma tarde, Pedro Romero
          partió hacia el puerto de Vilagarcía con la intención de buscar una fragata inglesa
          con fusiles y munición. Tales refuerzos nunca llegaron y Pedro Romero no vol-
          vió a aparecer por la Villa.
            A partir de aquel momento la Junta dejó en las manos de Taboada toda la au-


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