Page 11 - cuento
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pintadas que enriquecían el espacio. El suelo parecía una alfom-
bra y las baldosas tenían un diseño con motivos florales. Justa-
mente el centro era un círculo que parecía encerrar un animal.
—Son baldosas hidráulicas —informó la restauradora—. Todas
las estancias de la casa tienen un diseño distinto y muy original.
Las baldosas las hicieron aquí en el pueblo. Por lo visto hubo una
fábrica de suelos hidráulicos hace ya algunos años y la antigua
dueña, que se dedicaba a la arqueología, los mandó diseñar.—
Ainara creo que se llamaba. Al parecer cerró la casa hace décadas
y no volvió nunca más.
Los niños estaban encantados con la información que les estaba
dando la restauradora y prestaron más atención a las pinturas.
—¡Jairo, mira! Parece que hay textos escritos en las paredes y en
el techo. Rocío, ¿qué hay escrito en esas paredes? —le preguntó
la niña.
—Justamente en el pilar que da paso a la escalinata hay un texto
que dice literalmente “Casa consagrada a los hombres sabios que
vinieron del este” —le contestó la restauradora. Dicen que es la
propia letra de la arqueóloga que quiso rendir un homenaje a esos
hombres. Tengo que seguir investigando a Ainara. Al parecer de-
sarrolló gran parte de su trabajo por la antigua Persia. Y aquí,
mirad, en todo el perímetro del zaguán dice “¿Quién es el ser,
el único ser de entre todos los habitantes de la tierra, las aguas,
el aire, que tiene una única naturaleza, pero posee dos pies, tres
pies y cuatro pies, y es más débil cuantos más pies posee?”
—¡Anda si son letras, creía que eran adornos! —exclamó Jairo
avergonzado.
—Parece una adivinanza —dijo Kira.
Los niños se miraron y enseguida sus mentes empezaron a bus-
car una respuesta.
—Seguro que conocéis esta versión de la misma adivinanza —
señaló Rocío—. “Solo tiene una voz y anda con cuatro pies por la
mañana, con dos pies al mediodía y con tres pies por la noche”.
—Jairo, ¿te suena de algo? —le preguntó Kira.
—Ahora sí. Recuerdo que mi madre me contaba esta historia.
¡Rocío, el hombre, es el hombre!
—No entiendo —reconoció Kira.
—Mira. El hombre, de niño gatea. Cuando crece, anda con dos
pies. Y los abuelos llevan gancho o bastón. Es el tercer pie.