Page 145 - selim
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algo en él que ablandaba su viejo y endurecido
corazón. Volvió a toser y después habló:
—Pensaré en eso que me dices. El vaquero
que trabaja para mí tiene un sobrino que qui-
zá serviría... Pero dime, ¿por qué no has vuel-
to por aquí ningún domingo?
Porque así era; Selim no había vuelto nunca
más a reclamar su paga.
—Ya había ganado a Beek -dijo sencillamen-
te-. ¿Para qué iba a venir?
Rahmi tosió más fuerte. jAh, qué bien esta-
ban en sus bolsillos las monedas de plata...!
Allí se encontraban estupendamente, tan se-
guras. Y, sin embargo, aquel muchacho vale-
roso de mirada limpia tenía, al parecer, una
buena causa en que emplear su dinero, o, por
lo menos, eso se decía en el pueblo. Rahmi
sacó un puñado de monedas de su bolsillo.
—Pon las manos -le dijo a Selim.
Dejó las monedas en las palmas del chico con
mucho cuidado, ¡no fuera alguna de ellas a ro-
dar hasta un rincón y perderse! Después vol-
vió a meter la mano en su bolsillo, y luego
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