Page 142 - selim
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—Puede que no haya recibido tu carta -le re-
petía Zuffu a Selim una y otra vez-. La direc-
ción que pusiste fue «Abdurrhaman, tallista
de piedra en la cantera cerca de la mezquita
Bayazit». Son unas señas un poco raras, la
verdad. Lo más probable es que el cartero no
haya sabido encontrar a Abdurrhaman.
—O puede que la vieja Aixa no haya ido por
allí-contestaba Selim-. ¡No habrá tenido to-
davía ninguna idea!
Pensando en eso, los chicos se desanima-
ban, porque aunque estaban seguros de que
serían capaces de ganar mucho dinero más
adelante, no se podía decir que tuvieran los
bolsillos muy repletos por el momento.
Para consolarse, hacían recuento de sus rique-
zas: tenían las monedas que Zuffu ganaba por
llevar al búfalo o sacudir la criba. Tenían tam-
bién el árbol frutal, y los pollos, que habían sa-
lido del cascarón hacía bastantes días. Ya se
podía predecir cuáles iban a ser orgullosos ga-
llos y cuáles serían lindas gallinas ponedoras.
Las abejas se habían acostumbrado a su nue-
va colmena. Cada una se había encargado de
su tarea: la reina ponía huevos, las nodrizas
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