Page 144 - selim
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a todas horas, sin apartarse de ella, y    las abe-
              jas  estaban  ya  muy  acostumbradas     a  las flo-
              res de los alrededores.


              Al atardecer, Selim fue a avisar a Rahmi, su pa-
              trón,  de que se  marchaba   dos  días  más tarde.


              —El domingo que viene -le dijo- Ahmet esta-
              rá otra vez solo para guardar el rebaño.



              Vaciló  un  momento    antes  de  continuar.  Des-
              pués  levantó  los  ojos  hacia  el  hombre  corpu-
              lento y brusco que estaba frente a él y siguió:

              —Señor    Rahmi,   ¿no va a  buscar usted a    otra
              persona   para  ponerla  en  mi  lugar?  Ya  sé  que
              he  pasado   algunos   ratos  entretenido   bailan-
              do,  pero  también   he  corrido  bastante  detrás
              de  las  cabras y  he  ayudado a Ahmet a     reunir
              el  rebaño.  Ésa  es  una  tarea  demasiado  pesa-
              da  para  que  la  haga  Ahmet   solo,  porque  ya
              está  muy viejo  para  correr a  la  misma  veloci-
              dad que esos animales.



              Rahmi tosió   para  simular que   no  le  importaba
              lo que le decía el muchacho; en realidad, tenía
              ganas de mandarle a paseo.      Pero, en el fondo,
              se  daba  cuenta  de que el  chico  llevaba toda  la
              razón.  Por otra  parte,  Selim  le  gustaba;  había


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