Page 138 - selim
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—El   hortelano   me   ha  dicho  que   podremos
                venderlos   con  los  suyos -dijo Zuffu-   Él tam-
                poco conoce a nadie de fuera del pueblo.       Hay
                un  hombre de por aquí que se      lleva todos  los
                albaricoques de la   zona y se encarga de man-
                darlos a otros países.


                Selim  dio  un  gran  suspiro.  Le  hubiera  encan-
                tado  conocer   a  aquella  gente  extranjera  que
                iba  a  comerse   los  albaricoques  de  su  árbol.
                 ¿Cómo    sería  la  gente  de  otros  países?  ¿Se
                pasearían    con  la  imaginación   en  alfombras
                voladoras, como él? No, seguro que no nece-
                sitaban   alfombras   mágicas,   sino  que  podían
                subirse   en  uno  de  esos  cohetes   que  dan  la
                vuelta  hasta  por detrás  de  la  luna,  paseándo-
                se por el espacio.


                 Selim,  en  cambio,  prefería  su  alfombra  vola-
                dora:  se  deslizaba  con  tanta  suavidad   por  el
                aire, sin hacer ruido...  Lo de la alfombra mági-
                 ca  era  la  única  cosa  que  Selim  no  le  había
                 contado a Zuffu.   Porque Zuffu   quizá le empe-
                 zaría  a  preguntar  un  montón     de  cosas,  el
                 cómo   y  el  por  qué.  Tal  vez  aquel  asunto  no
                 resistiera  las preguntas de Zuffu.


                 En  aquel  momento,     Zuffu  estaba   pensando
                 en algo completamente diferente.


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