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—Sí -continuó el señor Averi-; los dos mu-
chachos parecen hacer muy buenas migas.
Dos meses de vacaciones a orillas del lago
Sapanca deberían devolverle el buen color a
Selím, y además...
Entonces, Zuffu le interrumpió dando un grito
de alegría:
—¡Ay, papá! ¡Qué vacaciones tan fantásticas
nos estás proponiendo!
Después se dirigió a Selim:
—¡Ya verás! Lo vamos a pasar fenomenal allí;
haremos cosas estupendas...
Pero la cara de Selim estaba más angustiada
que contenta. No podía marcharse, no tenía
derecho... ¿Quién iba a buscar a Yazi? ¿Quién
iba a vender las papeletas de Salih a la gente?
¿Y quién se iba a quedar esperando la ¡dea de
Aixa para solucionar el problema de Semra?
—Yo... yo no puedo ir -dijo-. Tengo trabajo
durante estos meses de verano...
—¡Ah, vamos! -replicó padre-; eso no tiene
tanta importancia. En primer lugar, Yazi se ha
ido de vacaciones por su cuenta y, desde lúe-

