Page 11 - LIBRETOS
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“muerto” volvió a sentarse estrepitosamente, esta vez emitiendo gruñidos
amenazadores, gesticulando aparatosamente para asustar a su velador.
Juan Oso no resistió más; de un solo manotazo en el cráneo lo dejó
definitivamente muerto.
NARRADORA: A la mañana siguiente, al verlo entrar muy campante, el
curioso sacerdote le preguntó:
CURA: Dime hijo… ¿Cómo te fue en el velorio?
JUAN: Bien, padre; sólo que usted tenía razón…
CURA: ¿Por qué?
JUAN: El muerto era un hombre malo y a punto de condenarse.
CURA: ¿Por qué lo dices?
JUAN: Durante el velorio se incorporó varias veces de la mesa…
CURA: ¿Y?
JUAN: Cuando se estaba condenando yo le di un golpe en la cabeza y lo
maté definitivamente, y para que no se le ocurra condenarse, acabo de
enterrarlo cubriendo su tumba con las piedras más grandes que he
encontrado. No tenga cuidado, padre; no saldrá, se lo aseguro.
CURA: ¡Dios mío¡ ¡Dios mío! ¡Si a este hombre no tenía que ocurrirle
esto! ¡Salvaje! ( gritaba desesperado).
NARRADORA: Así de trágicas las cosas, el pobre cura ya cansado y viejo
habló con la madre de Juan Oso y le dijo…
CURA: Hija mi ahijado se tiene que marchar nos esta causando muchos
problemas y ademas esta muy grande.
LA JOVEN: Estoy de acuerdo padre, me dolera mucho su partida.