Page 102 - Donde termina el arco iris
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CECELIA AHERN Donde termina el Arco Iris
Capítulo 22
RUBY: Bueno, sea cual sea el régimen que sigues, quiero que mi Gary lo empiece
cuanto antes.
ROSIE: No estoy a régimen, Ruby.
RUBY: Pero pareces enferma o que andes mal de salud; así es como quiero ver a mi
Gary. Poco atractivo, flaco como un palillo, agotado...
ROSIE: Gracias.
RUBY: Sólo quiero ayudar, Rosie. Dime qué está pasando.
ROSIE: No puedes hacer nada para ayudar; Greg y yo tenemos que resolver esto
solitos. Bueno, Greg, yo y Ursula, la maravillosa consejera matrimonial. Nos
hemos convertido en un equipo tan fantástico que se me saltan las lágrimas.
RUBY: Cuánto me alegro por los tres. ¿Cómo es la maravillosa y efi cacísima Ursula?
ROSIE: Maravillosa y eficacísima. Ayer me dijo que tengo problemas para expresar mis
sentimientos.
RUBY: ¿Y?
ROSIE: Y le dije que estaba enfadada y que se fuera a la mierda.
RUBY: Bien expresado. ¿Qué dijo Greg sobre eso?
ROSIE: No te lo pierdas. Fue de premio. Mi marido, con su asombrosa intuición, piensa
que tengo «problemas para comunicarme con Ursula y para comprenderla».
RUBY: No me digas.
ROSIE: Lo que oyes, así que propuse que Ursula y yo fuésemos a ver a un consejero
para mejorar nuestras dotes de comunicación mientras Greg y yo sigamos
yendo a su consulta.
RUBY: ¿Y qué dijo entonces Greg?
ROSIE: Bueno, el portazo que di al salir del coche no me dejó oírlo muy bien. Aunque
no creo que fuera muy positivo. Se desgañitaba y abría las ventanas de la
nariz. También estoy pensando en comprar una cama más grande para hacerle
un sitio a Ursula. Aunque puede que ya lo sepa absolutamente todo sobre
nosotros. A lo mejor podría contar cuántos pedos me tiro durante la noche o
algo por el estilo...
RUBY: ¿Tan chungo es realmente?
ROSIE: Es que no veo que esas sesiones nos sirvan de nada. Ursula nos obliga a
comentar todas las pequeñas cosas que nos molestan del otro y con eso sólo
consigue que discutamos más. El día que observa que nos llevamos algo bien,
prácticamente la veo sufrir por el alquiler del mes que viene. La semana
pasada discutimos durante una hora entera sobre lo mucho que me molesta
que Greg se deje esa marca de leche en forma de bigote a propósito para
hacerme reír y que, cuando no me río, me siga por toda la casa dándome
golpecitos en el hombro para que me fije en el asqueroso resto de leche, y que
no pare hasta que me río.
Ayer discutimos sobre cuánto me molesta que tuerza los labios cuando digo
algo mal. Si digo que el cielo es amarillo, su labio superior empieza a torcerse
de aquella manera tan rara, como lo torcía Elvis. Me saca de quicio que no
pueda dejar de hacerlo. Necesita demostrarme de una forma u otra que he
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