Page 106 - Donde termina el arco iris
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CECELIA AHERN Donde termina el Arco Iris
Capítulo 23
De: Rosie
Para: Alex
Asunto: Adultos
¿Qué imagen debemos de dar? Iba a decir que quién se hubiese fi gurado que
íbamos a pasar por tantos «problemas de adultos», pero no considero que nuestras
situaciones, tú pasando por un divorcio y yo intentando recomponer mi matrimonio,
sean especialmente adultas. Creo que ambos teníamos las cosas bastante claras
cuando jugábamos a policías y ladrones en el jardín de atrás. ¡Desde entonces todo ha
ido cuesta abajo!
Estas últimas semanas ha hecho un tiempo maravilloso. Me encanta Dublín en
junio. Los edificios grises parecen menos grises, las caras tristes parecen más alegres.
Aunque en el trabajo hace un calor infernal. Toda la fachada del hotel es de cristal y
en días como el de hoy es como si estuviéramos trabajando en un invernadero. Es un
contraste total con los meses de invierno cuando los goterones de lluvia que
revientan contra el cristal resuenan en el silencio del vestíbulo. Es un sonido
agradable, pero a veces el granizo repica con tanta fuerza que amenaza con romper el
cristal. Si ahora levanto la vista veo un cielo azul intenso moteado de ovejas de
algodón de azúcar blanco. Es precioso.
Los coches deportivos van con la capota bajada y la música a todo volumen, los
hombres de negocios se pasean con desenfado por delante del hotel, con las
chaquetas colgadas al hombro y las camisas arremangadas, demorando el regreso a
sus despachos. Parece que los estudiantes universitarios se hayan puesto de acuerdo
para cancelar sus planes de asistir a clase y están tumbados a la bartola en grandes
corros por todo el parque. Los patos se apiñan en la orilla del estanque, contentos por
no tener que buscarse la comida. Trozos de pan mojado flotan en la superficie del
agua esperando ser picoteados. Una pareja flirtea persiguiéndose alrededor de la
fuente dejando que el agua pulverizada les moje los brazos y las piernas desnudos
para refrescarse. Las parejas de enamorados se tienden en la hierba y se miran con
ansia a los ojos. Los niños juegan en los columpios mientras sus padres descansan al
sol con un ojo cerrado y el otro medio abierto vigilando a sus emocionados retoños,
que chillan de placer.
Los tenderos montan guardia en las puertas de las tiendas vacías viendo la vida
pasar. Los oficinistas se asoman con ojos soñadores a las ventanas altas de las ofi cinas
bochornosas y mal ventiladas, observando con envidia el vibrante bullicio de la
ciudad.
El buen humor flota en el aire, la gente se deshace en sonrisas y camina con
brío. La veranda del hotel está llena de clientes que toman bebidas al sol: té frío de
Long Island, ginebra con tónica, zumo de naranja con hielo, brebajes de color verde
lima, cócteles con frutas y helados. La ropa empieza a sobrar y cuelga de los
respaldos de las sillas.
Las mujeres de la limpieza tararean para sí y sonríen mientras limpian los
dorados, agradeciendo los rayos de sol que llegan a raudales hasta sus rostros. Días
como éste no se dan a menudo y salta a la vista que todo el mundo desea que fueran
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