Page 56 - La teoría del todo
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LA CONDICIÓN DE AUSENCIA DE FRONTERA
En la teoría clásica de la gravedad, que se basa en un espacio-tiempo real, el universo
solo puede comportarse de dos maneras. O bien ha existido durante un tiempo
infinito, o bien ha tenido una singularidad en un tiempo finito en el pasado. De hecho,
los teoremas de singularidad muestran que debe ocurrir la segunda posibilidad. En la
teoría cuántica de la gravedad, por el contrario, surge una tercera posibilidad. Puesto
que se utilizan espacio-tiempos euclídeos, en los que la dirección temporal está en pie
de igualdad con las direcciones espaciales, es posible que el espacio-tiempo sea finito
en extensión y pese a todo no tenga singularidades que formen una frontera o borde.
El espacio-tiempo sería como la superficie de la Tierra, solo que con dos dimensiones
más. La superficie de la Tierra es finita en extensión, pero no tiene ninguna frontera o
borde. Si uno navega hacia la puesta de Sol, no caerá por un precipicio ni tropezará
con una singularidad. Lo sé porque he dado la vuelta al mundo.
Si los espacio-tiempos euclídeos se remontaran directamente hasta un tiempo
imaginario infinito o, por el contrario, empezaran en una singularidad, tendríamos el
mismo problema que en la teoría clásica para especificar el estado inicial del
universo. Dios puede saber cómo empezó el universo, pero nosotros no podemos dar
ninguna razón concreta para pensar que empezó de una manera antes que de otra. Por
el contrario, la teoría cuántica de la gravedad ha abierto una nueva posibilidad. En
esta, no habría ninguna frontera para el espacio-tiempo. Por consiguiente, no habría
ninguna necesidad de especificar el comportamiento en la frontera. No habría
singularidades en las que las leyes de la ciencia dejaran de ser válidas ni bordes del
espacio-tiempo en el que hubiera que apelar a Dios o alguna nueva ley para
establecer las condiciones de frontera para el espacio-tiempo. Se podría decir: «La
condición de frontera del universo es que no tiene frontera». El universo sería
completamente autocontenido y no estaría afectado por nada fuera del mismo. No
sería ni creado ni destruido. Simplemente sería.
Fue en la conferencia en el Vaticano donde propuse por primera vez la sugerencia
de que quizá tiempo y espacio formaban juntos una superficie que era de tamaño
finito pero no tenía ninguna frontera o borde. No obstante, mi artículo era bastante
matemático, de modo que sus implicaciones para el papel de Dios en la creación del
universo no fueron advertidas en ese momento —ni siquiera yo las advertí—. En el
momento de la conferencia del Vaticano no sabía cómo utilizar una idea de ausencia
de frontera para hacer predicciones sobre el universo. Sin embargo, pasé el verano
siguiente en la Universidad de California en Santa Bárbara. Allí, mi amigo y colega
Jim Hartle y yo calculamos qué condiciones debería satisfacer el universo si el
espacio-tiempo no tuviera frontera.
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