Page 535 - El cazador de sueños
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Ahora duele casi todo el rato. Mamá ya lo sabe, porque se lo ha dicho. Cristo ya lo
sabe, porque también se lo ha dicho. A Henry no se lo dice, porque Henry también
tiene pupa, está cansado y se pondría triste. Beaver y Pete están en el cielo, a la
diestra del Señor Todopoderoso, creador del cielo y la tierra por los siglos de los
siglos, amén. Le da mucha pena, porque eran amigos suyos, y jugaban con él sin
tomarle el pelo. Un día encontraban a Josie, otro veían a aquel hombre tan alto, el
vaquero, y otro jugaban.
Esto también es un juego, como cuando jugaban y le decía Pete «Duddits, da
igual perder o ganar, la cuestión es jugar», lo que pasa es que esta vez sí que importa,
lo dice Jonesy, que cuesta oírle, aunque pronto se le oirá mejor, bastante pronto.
Aunque qué rabia que haga tanto daño. No mejora ni con el Percocet. Tiene seca la
garganta, le tiembla el cuerpo, y tiene pupa en la barriga, como cuando tiene que ir a
hacer caca, más o menos parecido, lo que pasa es que ahora no tiene que ir, y a veces
tose y le sale sangre. Tiene ganas de dormir, pero están Henry y su nuevo amigo
Owen, el que estaba el día que encontraron a Josie, y dicen «Ojalá pudiéramos hacer
que fuera menos deprisa», y «Ojalá podamos cogerle»; y tiene que quedarse despierto
y ayudarles, aunque para oír a Jonesy tiene que cerrar los ojos, y se creen que está
durmiendo, y dice Owen: «¿No habría que despertarle?, ¿y si el cabrón se desvía?», y
dice Henry: «Te digo que Duddits sabe adonde va, pero bueno, le despertaremos en la
1-90 para estar seguros. De momento déjale dormir, pobre. ¿No ves la cara de
cansancio que tiene?» Y luego otra vez «Ojalá pudiéramos hacer que fuera menos
deprisa, el muy cabrón», pero esta vez pensándolo.
Los ojos cerrados. Los brazos cruzados en el pecho, que le duele. Respirando
poco a poco. Dice mamá que cuando tosas respira poco a poco. Jonesy no está
muerto, no está en el cielo con Beaver y Pete, pero el señor Gray dice que Jonesy está
encerrado, y Jonesy se lo cree. Jonesy está en el despacho sin teléfono ni fax, y cuesta
hablar con él porque el señor Gray es malo y tiene miedo. Jonesy también. Ahora
sabrá Jonesy cuál de los dos está encerrado de verdad.
¿Cuándo hablaban más?
Cuando jugaban.
Le da un escalofrío. Tiene que pensar mucho, y le duele, nota que se queda sin
fuerzas, las pocas fuerzas que le quedan, pero esta vez es más que un juego, esta vez
importa quién gana y quién la caga, por eso entrega su fuerza, hace el tablero y hace
las cartas, Jonesy llora, pero Duddits Cavell ve la línea, la línea va hacia el despacho
y esta vez hará algo más que mover las clavijas.
«Jonesy, no llores —dice. Las palabras son claras, en su cerebro siempre lo son,
la culpa siempre es de la tonta de su boca, que las estropea—. No llores, que estoy
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